Pekín

«Nessun dorma»

La Razón
La RazónLa Razón

Tal es la consigna política. No se trata ahora de Turandot, empeñada en que nadie duer-ma en Pekín hasta descubrir el nombre de Calaf, el príncipe desconocido, que tan atrevido como escaso de criterio quiere casarse con una señora fría y cruel como ella. Ahora se trata de que el público se enternezca y valore el esfuerzo de quienes le arrebatan la libertad y el dinero. ¿Habrá acaso alguien tan insensible como para no conmoverse ante la hazaña de políticos, sindicalistas supuestamente del trabajo y sindicalistas supuestamente de la empresa, que se quedan despiertos hasta el amanecer, agotados pero entusiastas, para rubricar señeros acuerdos? En fin, todo es tan idiota que sólo la combinación del ahínco de los políticos, el desdén de sus súbditos, ocupados en trabajar para pagar impuestos y salir adelante a pesar del Gobierno, y la arrogante fantasía de intelectuales, artistas y medios de comunicación, consigue que el asunto no termine en un manteo masivo de unas autoridades no incompetentes sino fundamentalmente enemigas de la libertad, que padece de modo sistemático tras cada uno de esos pactos tan laboriosa y madrugadoramente anudados. El objetivo es impedir que pensemos en los abusos perpetrados contra la ciudadanía, engañarnos para que creamos que es meritorio que unos sujetos pacten recortar nuestros derechos si lo hacen a horas intempestivas, y lograr que la libertad nunca pueda entonar: «All'alba vincerò!».