Mutua Madrid Open
Rencorosamente por María José Navarro
Esto del tenis (me decía la otra noche un amigo al que venero) tiene su gracia. Resulta que en el baloncesto, donde hay que meter una pelota por un aro que mide casi lo que la bola y que hay que colarla con una pericia y precisión extremas, el público ruge y chilla y se levanta y monta un pollo que tiembla el basto.
Pero en el tenis, no; lo del tenis es casi religioso, ambiente casi de capilla, de oficio con voto de silencio. La bola es chiquituja y la zona que permite su paso es grandísima, así que debería dar para invasiones de pista continua y aficiones iracundas y un espectáculo lamentable y digno de meter la cabeza en un cubo con agua de fregar, pero, sin embargo, es todo lo contrario. La gente que va a ver tenis (excepto en esos torneos sibaritas en la Caja Mágica en los que cambian billetes de AVE por móvil a voces) suele comportarse con gusto y se contiene en sus apreciaciones. Todo esto es así, excepto en París. En París, el otro día, dos tenistas se jugaban una final. En París esto da igual porque lo importante es que a los dos les han dejado entrar en París, oigan. Se jugaban la final dos tenistas de los que ya no quedan. Podría haberla jugado Djokovic, que es ese muchacho que tiene cara de hermano de Jesulín de Ubrique, pero, contra todo pronóstico, la disputaron un suizo vestido de rojiblanco que ya es también un poco de los nuestros, y el nuestro.
El nuestro, por cierto, es impecable: no tiene reparo en mostrar sus flaquezas, sus miedos, respeta siempre a los contrarios y da las gracias aunque no se merezcan. En París se alardea de todo lo exquisito que contiene, aunque, ay, París está, en ocasiones, repleto de garrulos que odian que gane Nadal y le pitan y protestan y que apoyan descaradamente al otro. Sé que es injusto generalizar y estoy convencida de que aparecerán los defensores del francés de París que es un fenómeno, aunque yo llevo tiempo pensando que hay que generalizar más. Y se preguntarán Vds si todo esto es por Nadal, y yo les digo que por supuesto, porque contrariamente a Rafa soy rencorosa y grosera. Y por eso escribo que si yo fuera Nadal convocaría una rueda de prensa. En mallorquín, a lo mejor. Hola, buenas tardes, miren, a ver, que ya no voy a venir más a Roland Garros porque es que me aburro como una ostra siempre ganando, y porque además tampoco le quiero ya quitar ningún récord a nadie que me provoca sueño. Hala, con Dios, salaos. Y escribo, además, que cada vez que me cruce con un francés de París, sacaré los piños y llaves y las morderé. O un picaporte que me pille a mano. Qué grande Nadal y cuánta suerte tiene París.
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