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«Al final somos todos iguales»
MADRID- Muy tranquilamente, sin alzar la voz en ninguna respuesta y sin aspavientos, José Mourinho dijo muchas más cosas que otras veces cuando aparece con el gesto torcido y las pulsaciones disparadas. El portugués eligió el tono más apacible que se le recuerda desde que llegó a Madrid para mandar unos cuantos recados al Barcelona y a Guardiola. Y lo hizo adoptando un estilo parecido al del técnico azulgrana, que consiste en no llevar el recado por la vía emocional, e insinuar más que acusar, para que los decibelios no interfieran en el análisis de la profundidad del mensaje.
Mourinho no regateó ninguna de las polémicas que van y vienen últimamente en el puente aéreo, pero no se tiró al barro. Su tono fue como el del que habla sobre algo que no va con él: «Recuerdo a los que decían que no hablaban de los árbitros y ahora sí lo hacen. Al final somos todos iguales», disparó el «Mou» más «guardiolizado», quizá porque asegura que de tanto quejarse, la imagen que se ha terminado transmitiendo de él se ha deformado y no se corresponde con la realidad. «Yo ya no me quejo porque he pagado mucho en partidos de sanción y multas. Trato de estar tranquilo, pero dentro del hombre imperfecto que soy, habrá una nueva ocasión para que vuelva a criticar a los árbitros con la emoción con la que lo hice en el pasado. Otros, en cambio, son mucho más inteligentes que yo. Venden y tienen una imagen completamente distinta a la mía, pero al final hacen lo mismo».
Todo el contenido posible en una puesta en escena casi de sobremesa: «Me parecen unas declaraciones interesantes, pero no para que yo las valore ni comente. Si lo ven necesario, que lo hagan los periodistas, como hacen con cada una de mis palabras», aseguró respecto a la aparición en La Sexta del ex directivo de Laporta, Ramón Godall, que admitió que «Joan cultivó muy bien las relaciones con la Federación y eso nos ayudó». Una frase perfecta para avivar la polémica desde Valdebebas en cualquier otro momento, pero no ahora. Con diez puntos de ventaja, la estrategia es otra y por eso dejó sólo en «interesante» el exceso verbal de Godall y aprovechó la previa del partido ante el Betis para rebajar la carga dramática de su futuro más allá del mes de junio. No concretó sus planes, pero sí se refirió con todo el cariño del que es capaz a los directivos y a la hinchada –de los que siente su apoyo–. «Tengo todo el respaldo de mis superiores, y de la afición no me puedo quejar absolutamente de nada. No tengo ningún derecho a pedirles algo, pero si pudiera hacerlo sería para solicitarles más presencia en los partidos fuera de casa, aunque sé que no es fácil por una cuestión cultural y, en estos momentos de crisis, también económica».
Una palmadita en la espalda después de su queja tras lo cerca que está Vallecas del Santiago Bernabéu y los pocos madridistas que habían acudido hasta allí. Un guiño a los que han dejado de corear su nombre o que incluso han llegado a silbarlo, pero que le siguen queriendo en el banquillo en su versión de ayer; no en la de meter el dedo en el ojo de Tito Vilanova.
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