Bilbao
«Euskalgae» la trama del euskera
Un profesor denuncia una mafia relacionada con la enseñanza de la lengua
MADRID- El escándalo se inició cuando hace dos años un profesor de euskera denunció la existencia de una mafia familiar amparada bajo la enseñanza de la lengua vasca. El docente se llama Iñaki Aramaio y, en la querella que interpuso el 30 de octubre de 2009 en el Juzgado de Instrucción número 10 de Bilbao, acusaba a Teodoro Etxaburu de apropiación indebida de los bienes pertenecientes a una cooperativa destinada a la enseñanza de la que ambos son accionistas. El caso se reactiva ahora con el recurso que Aramaio interpuso el pasado 20 de abril en el mismo Juzgado bilbaíno para que la investigación contemple la revisión del libro de actas que –según él– pueden estar falsificadas y en el que no figura su firma.
La comparación es inevitable. Lo que hoy se está investigando en la SGAE es si su cúpula directiva ha incurrido en el tradicional delito de desvío de fondos hacia una red de sociedades interpuestas de constitución fraudulenta para así hacerlos suyos. Básicamente, éste es el patrón de lo que ahora podemos llamar «el caso Euskalgae», un presunto fraude societario con txapela en el que el último eslabón sería la venta de las acciones a un precio irrisorio (120.00 euros) del café Antzokia, un negocio de copas y conciertos que es una referencia de la noche bilbaína. El objetivo de esta operación sería desposeer de este bien inmueble a varios de sus propietarios, entre los que se encuentra el propio Aramaio. Se puede constatar que los antiguos gestores del café han vendido éste a una sociedad desconocida de la que sólo consta que está participada por familiares de Teo Etxaburu, más concretamente su hijo Axular y su mujer Maria Jesús.
El proyecto de un euskaltegi
Iñaki Aramaio pertenece a un grupo de docentes que, en los años ochenta, se unieron al proyecto de crear un euskaltegi llamado Gabriel Aresti en unos inmuebles de la Gran Vía bilbaína. Al poco tiempo de ponerse en marcha el propietario de los cinco pisos que componían el centro de enseñanza manifestó su deseo de venderlos; hecho que amenazaba con la extinción del euskaltegi por lo que los profesores crearon una nueva sociedad llamada Toiti S.L. que pudiera comprar esos inmuebles y de la que Aramaio es propietario en un 9,31 por ciento. En 1995, Toiti S.L. amplia su capital y procede a la compra de un bello caserío del siglo XIX ubicado en el pueblo navarro de Bakaiku que se empleará como barnetegi, es decir cómo centro de enseñanza de euskera en régimen de internado. Con el negocio bien asentado se tramita también con el Obispado de Bilbao el alquiler a largo plazo del citado café Antzokia y se abren locales similares en Bermeo y Ondarroa. En menos de 5 años, se crea un verdadero emporio y una de las preguntas que despierta este caso es por qué una iniciativa idealista, pero a fin de cuentas privada, que se convierte en un negocio próspero debe recibir subvenciones oficiales cuando se supone que éstas deben estar destinadas a las entidades deficitarias o sin ánimo de lucro.
A la vertiente económica del escándalo se añade la ideológica porque el grupo excluido de la gestión es el de aquellos profesores que en algún momento se han enfrentado al «guru Etxaburu», quien representa el «alma abertzale» del proyecto. Y es que, según Aramaio, Etxaburu posee una personalidad entre temida y carismática en la que reside la explicación de que sus actividades irregulares no hayan sido denunciadas. Al parecer, el negocio ha funcionado más como una secta que como una cooperativa porque el «jefe» dictaba las líneas ideológicas y místicas a las que debían ser fieles los socios llegando en un momento incluso a prohibirles que tuvieran hijos. La descapitalización de la cooperativa se habría producido a través de un proceso de creación de diferentes siglas empresariales y traspasos que constituyen una tupida maraña donde se le pierde la pista al dinero, a las propiedades y a la propia titularidad de los inversores. Cualquiera que trate de averiguar algo sobre el entramado descrito con lo que se topa es con una irritante telaraña de silencios, insinuaciones, sobreentendidos, caras de póker y guiños de mus que no huelen a otra cosa que a pura omertá. Se da la circunstancia de que el abogado de Etxaburu, que trata de llevar a cabo una negociación que calme a la parte denunciante, es Txema Montero, hombre del PNV que en su día fue miembro de la Mesa Nacional de Batasuna.
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