Asturias
Perder con normalidad
La permanencia en el poder durante mucho tiempo dificulta el saber perder. En política, como en la vida, hay que saber perder y también hay que saber ganar. Y lo que estamos viendo estos días en algunas comunidades autónomas, como Castilla-La Mancha o en Asturias, nos está enseñando que la permanencia en el poder durante mucho tiempo dificulta el saber perder, imprescindible para entender algo básico en democracia como es la alternancia. Las urnas no se equivocan, simplemente porque son el reflejo de la voluntad ciudadana; y en la libertad de esa voluntad se fundamenta la legitimidad de cualquier Gobierno. Los ciudadanos dan y quitan el poder, con más o menos acierto, pero ahí reside la fuerza de la democracia: en la soberanía popular. Por ello, después de unas elecciones no es suficiente con aceptar los resultados –¡faltaría más!–, además hay que ser leales con el sistema traspasando el poder a los ganadores con toda claridad, con absoluta nitidez y con contrastada honradez. Cada Gobierno se la juega cada cuatro años en las elecciones, y se la juega a todos los efectos y con todas las consecuencias. No hay posición intermedia. El ejemplo más contundente –como tantas otras veces– lo encontramos en la democracia británica. Cuando un primer ministro pierde unas elecciones generales, esa misma noche ya no duerme en la mítica residencia oficial del número 10 de Downing Street. Las elecciones siempre se celebran en jueves, el viernes se realiza la proclamación de los resultados y si el partido gobernante pierde, el primer ministro con su familia abandona esa casa en ese momento. Es un gesto del que hay mucho que aprender. Uno pasa por el poder, siempre de prestado, a sabiendas de que cuando los ciudadanos le retiran el mandato, de forma automática vuelve a su casa sin nada bajo el brazo, más allá de la satisfacción de haber cumplido con el deber de la mejor manera posible. El poder no es propiedad del político, y menos del gobernante. Y eso que se dice y se entiende con cierta facilidad hay que ejecutarlo con la misma frialdad. Por desgracia, nada de esto estamos viendo en Castilla-La Mancha con la perdida del poder del Partido Socialista. Cuentas en rojo, fajos de facturas impagadas, deudas que asolan a la administración pública, destrucción a escondidas de documentación oficial y una larga lista de irregularidades que saltan a la vista en algo que es la base de nuestro sistema político: en unas elecciones unos ganan y otros pierden. Y ya está. Y todo lo demás sobra. El Partido Socialista ha sido barrido electoralmente del mapa. Deja tras de sí en muchos ayuntamientos y comunidades más de un agujero negro. Lo mejor es reconocerlo, ponerlo encima de la mesa y traspasar el poder sin nubarrones. Esconder papeles, destruir facturas y romper pruebas de una mala gestión es una demostración de no saber perder. Y esa regla es necesaria e imprescindible para la normalidad democrática. ¡Por favor no pedimos ya ni buena gestión, pedimos cordura a la clase política!
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