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Caracas

Tamaño baño

La Razón
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Me lo escribió mi amiga venezolana Teresa Machado Uzcáztegui desde Caracas, en nuestros tiempos veinteañeros: «Caracas, comparado con Madrid, es un rollazo tamaño baño». Alta expresividad en una mujer prodigiosa. Tamaño baño, lo más grande. ¿No será una mentira tamaño baño la presumible revolución bolivariana? A nadie le deseo males físicos y enfermedades sin esperanza. Tengo entendido que Hugo Chávez padece de un cáncer de colon. El colon, ahí donde se registran las emociones y los primeros golpes de los sentidos. Escribió José María Pemán que eso de los sentimientos anidados en el corazón es un invento de los poetas. El gran motor de la vida, el corazón, no tiene corazón. Y decía el grande y olvidado escritor gaditano. «Pero no queda bien decirle a una mujer: te quiero con todo mi colon».
No considero un acierto revolucionario bolivariano que el llamado jefe de la Revolución, la luz del futuro, el amanecer de Venezuela, el resplandor del Orinoco y rosicler sobre los tepuís que emergen de los Llanos, viaje al exterior para tratarse su enfermedad. Es, como poco, un feo gesto contra la medicina bolivariana, los médicos bolivarianos y las quimioterapias bolivarianas. Hay que dar ejemplo. Instalarse en Cuba y Brasil para recibir el tratamiento no entra en los ámbitos del patriotismo ni de la cortesía. Al hacerlo, está reconociendo que el nivel de la Sanidad pública venezolana no responde a los esplendores sociales de su Revolución. «Ustedes se quedan aquí mientras yo me voy allá a que me sanen». Y para colmo, manteniendo el mando absoluto desde allá para que a aquel que mueva un dedo por aquí se lo corten.
Nada gusta más a la retroprogresía oficial española –muy callada en espera de lo que suceda en la SGAE, que va a ser mayúsculo– que hablar de las excelencias de la Sanidad cubana. Un mito. Ha sido un cirujano español el que ha intervenido a Fidel Castro. Le ha pasado a Fidel en La Habana lo que a Chávez en Caracas. Que no encontró un médico de confianza. Sucede que a Fidel no le han faltado medicamentos como al resto de los enfermos cubanos. Y Chávez en Cuba es tratado como si fuera Fidel. Pero del mismo modo sería considerado en Caracas, si Chávez tuviera fe en los adelantos sociales y científicos de su llamada Revolución. Y se habla de una corta estancia en Cuba para volar seguidamente a Brasil para cumplir íntegramente el ciclo de la quimioterapia. Sólo falta que si le sale un uñero se lo trate en Chile; si un forúnculo anal, en Argentina, y si un orzuelo, en Colombia. Todo menos Venezuela, su Patria, su horizonte bolivariano.
Si después de este espectáculo grotesco queda todavía un médico en Venezuela partidario de Chávez, habrá que levantarle por suscripción pública un monumento a la tonta lealtad. Puede tratarse de un ginecólogo despistado, pero no un cirujano, y menos aún, un oncólogo. El corte de mangas, la butifarra que ha dedicado Chávez a la medicina venezolana, es tamaño baño. Los dictadores huyen de sus países cuando sienten el aliento indignado del pueblo sometido en su nuca. Pero no para tratarse un tumor.
A partir de ahora, la revolución bolivariana dejará de tener sentido si no se centra en la Sanidad. Menos matones y más médicos. De lo contrario, a Chávez no le van a obedecer. Un dictador que se larga de su dictadura para ser sanado demuestra no creer en su proyecto. Demuestra también, y sobre todo, que es un farsante tamaño baño.