Historia
Pies en el suelo por Alfonso Merlos
Hasta tal punto había llegado la orgía, el desmadre y la prodigalidad en el uso de todo tipo de comodidades a costa del sufrido contribuyente que, casi lo de menos, es el ahorro de más de diez millones de euros. Bienvenidos sean, claro que sí. Pero aquí lo decisivo es el ejemplo, marcar un antes y un después, cerrar esa etapa en la que con el dinero público uno podía hacer lo que le viniera en gana porque, como decía aquella legendaria ministra zapaterista, esos cuartos no eran de nadie. En definitiva, ¡qué chollo el de ser político!
Pero ha llegado el momento -por decreto ley- de poner los pies en el suelo, de pisar asfalto, de estar a lo que está el español de infantería. Que no nos distraigan los que vuelven con la monserga del chocolate del loro o los socialistas que, como el perro del hortelano, ya están dando la matraca y hablando de un ahorro económico nulo (¡menudos son éstos haciendo cuentas!).
Uno de los problemas capitales de España deriva no de que los ciudadanos corrientes y molientes hayan vivido por encima de sus posibilidades, que también, sino de que los propios políticos se hayan dado lujos asiáticos inconcebibles en los sitios serios. Y si queremos volver a recuperar el crédito y la respetabilidad, hay que acabar con todo lo que nos ha hundido, incluido lo simbólico. Porque el drama de este país hay que medirlo en términos de pésima gestión y, por añadidura, de una imagen de manirrotos y rumbosos a la que todos, unos más que otros, hemos contribuido.
Señorías, están ustedes para servir desde las instituciones y no para servirse de ellas. Son cosas distintas, algunos se han acostumbrado durante demasiado tiempo a la segunda, y así nos ha ido. Bájense del coche. Les ennoblece. Subirá la estima que los españoles les tienen. Y, créanlo, ganaremos todos.
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