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Manual del progre «in»

La Razón
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El progre progresa, como su propio nombre indica. Por eso me gusta, porque apuesta por la evolución. Los primeros titubeos progres de Zapatero eran aquellos –hoy «outdated»– de la vida sana de la ministra de Sanidad Salgado, del desayuno sin colesterol, de la comida sin hamburguesas, sin vino, sin copita y sin puro. Movida quieta, abstemia y sin humos. Nada de fiestas nacionales –léanse toros–, ni de golf, ni de piscina derrochadora de agua. Aquellos progres leían todo sobre la República y la Guerra Civil, sólo veían cine español, vestían a los niños de primera comunión renegando de la Iglesia y siempre se disfrazaban con la camisa negra, naturalmente sin corbata. Una cantinela superada.

Hoy el manual del buen progre conserva algunas de aquellas reminiscencias, pero ha añadido al vocabulario una militancia de última generación. Hoy ser progre no es una posición personal, sino que es «the most in» en militancia colectiva, un compromiso nacional con la prohibición de todo y la renovación de todo que afecte a cada hijo de vecino. Se trata de eliminar de nuestras vidas el gusto por la gasolina, el gas y la electricidad, perniciosas aficiones burguesas donde las haya.

De momento, el Gobierno ha reaccionado bien pero corto, como siempre, y sólo ha declarado el estado 1 de alarma energética, lo que apenas promueve nada. Así no progresamos ni queriendo. Apenas una prohibición de circular a más de 110 km/h y una renovación de las bombillas de la casa, de las farolas de la calle y de los túneles de las carreteras. Y una renovación más tibia aún de los neumáticos, tan escasa que ni ahorra. Ya me dirán ustedes qué militancia de progreso es ésta. Sueño ya con el nirvana del estado de alerta 3, ese que nos alineará a todos como buenos progres recorriendo círculos, por lo que nos podemos topar con las modas del siglo XIX después de haber transitado por el XX y el XXI sin pena ni gloria. Así es que descorbátense en verano y apliquen mantas en invierno para reducir los aires no naturales. Se trata de acostumbrarse al calendario zaragozano de grandes fríos en invierno y grandes calores en verano. Así vivían los abuelos y no llegaban a los 90, como ahora, con el considerable ahorro en pensiones. La vuelta a la estufa familiar frente a una sola pantalla televisiva nos daría no sólo ahorro energético, sino mejores veladas y programas como aquella «Escala en HIFI» memorable. En aquellos tiempos, la gente no derrochaba ducha diaria y la comida era de una sola cazuela. Sueño pues con ese estado de alerta 3, en el que la ducha no sólo escaseará, sino que será en grupo, y los chavales comenzarán las clases haciendo gimnasia para calentarse el día. Vuelta a la fresquera, a la ropa tendida y soleada, al motocarro de tres ruedas, a la tartera, al abanico, a los sombreros de paja y al espectáculo de ver la televisión en un escaparate. Todo muy progresista y ahorrador. De esto al NODO para ver a Zapatero inaugurando pantanos, sólo hay un paso.