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Pinamonti al frente por Gonzalo Alonso
Paolo Pinamonti presentó las líneas maestras de su gestión. Atrás queda ya el más que discutible procedimiento a través del cual accedió al cargo de director de La Zarzuela. Si Félix Palomero le quería a él como responsable del teatro, lo más honesto habría sido un nombramiento directo en vez del recurso al manido código de buenas prácticas con una comisión fácil de teledirigir. Y, además, tenemos aquello de Ortega y Gasset, «yo soy yo y mi circunstancia», y, entre éstas, se encuentra el que en Madrid sea un belga quien maneje la ópera y, ahora, un italiano haga lo propio en la zarzuela. Todo sea por la globalización.
Pero, al margen de todo lo anterior, Pinamonti es un profesional. Su decálogo de intenciones posee sentido común, entre otras cosas porque él lo ha tenido para leerse lo que unos y otros hemos escrito sobre cómo debería funcionar el teatro. Prestará atención a la recuperación de nuestro patrimonio cultural y, a tal fin, ya ha tenido reuniones en el ICMU y la Fundación Jacinto Guerrero. Buscará la difusión e internalización del género. Para ello, además de una colaboración estructural con el Liceo, llegará a acuerdos con teatros paralelos como el Chatelet. Es consciente de que ha de hacer compatibles las claras convenciones de la zarzuela, con textos muy ligados a la época de la creación de sus títulos, y las nuevas líneas del teatro actual. Esta renovación escénica, así como la idea de internalización, posiblemente tenga como consecuencia que un par de grandes nombres extranjeros firmen producciones. Uno de ellos puede ser Graham Vick; no en balde, Pinamonti le ofreció un amplio homenaje en 2009 dentro del Festival Mozart de La Coruña. Quizá incluso abra temporada «Ay Amor», un espectáculo en el que Wernicke reunió «La vida breve» y «El amor brujo» y que Pinamonti presentó en Lisboa cuando dirigía el San Carlos. También perseguirá la excelencia musical y de ahí la presencia de Frühbeck, Mena, Gómez Martínez, Heras Casado o Curtis. La danza, como excusa para el encargo sinfónico, será otra de sus dedicaciones. No cabe duda de la bondad de intenciones. Esperemos los hechos.
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