Estreno
«Gata sobre tejado de zic caliente»: En la soledad de los campos de algodón
Autor: Tennessee Williams . Traducción: Joan Sellent. Versión libre y dirección: Álex Rigola.Escenografía: Max Glaenzel. Reparto: Chantal Aimée, Joan Carreras, Muntsa Acañiz... Teatro Vale Inclán. Sala Francisco Nieva. Madrid,.
No es extraño que a alguien tan fascinado por el poder y sus abusos, aunque habitualmente sea desde la épica (ahí están sus adrenalínicos «Ricardo III», «Julio César» y «Ubú»), como es Àlex Rigola le haya interesado el retrato de familia derrumbándose que es «Gata sobre tejado de zinc caliente» de Tennessee Williams, un damero maldito en el que siempre falta una palabra –la innombrable atracción homosexual entre Brick y Skipper- y en el que otras muchas se lanzan a la cara, creando una pantalla de ruido que esconde una terrible incomunicación. Pero el texto de Williams también retrata unas relaciones enfermizas de dominación, un pulso casi pinteriano entre padre e hijo y entre maridos y esposas del que Rigola extrae oro en sabrosas escenas de pausada violencia: la madre, arrastrando su humillación de lado a lado del escenario ante la ira de su marido, protagoniza un momento profundamente teatral. Puestos a viajar ligero de equipaje, Rigola no sólo limita a seis actores y un pianista esta versión, sino que concentra las emociones en personajes hieráticos, casi robóticos, como si quisiera distanciarse de los excesos de sus montajes más provocadores. Funciona bien el experimento, gracias en parte al magnífico reparto, con mención especial al trío formado por Andreu Benito, un sísmico Big Daddy, Joan Carreras, un atribulado Brick (la larga conversación entre padre e hijo es el mejor momento del montaje), y Chantal Aimée, más frágil que felina, como Maggie. Pero también porque el minimalismo emocional le sienta bien a un texto que es ya de por sí una riada de emociones. Hay codicia (encarnada en el hermano Gooper y su fértil mujer, Mae, que aspiran a heredar la plantación), incapacidad de asumir el pasado (la fractura sexual y afectiva entre el alcoholizado Brick y su mujer) y odio reprimido (la explosión de ira del patriarca). En la bella propuesta de Max Glaenzel, la mansión familiar se fusiona de forma onírica con los campos de algodón, cuya tierra pisan descalzos Brick y Maggie, que prolongarán una saga condenada a cien años de soledad en un futuro cerrado en falso.
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