Ciencia y Tecnología
Kilómetro cero
Tenemos motivos para estar indignados. Otra cosa sentirán los que viven de las finanzas o la política y sus ramificaciones, que son muchas; el resto, los que vamos por la vida de ciudadanos corrientes, sin corruptelas ni credo aprendido, estamos recibiendo caña de todos los colores, sobre todo negro. Y desde hace ya demasiados años. Los despidos, los desahucios no cesan. Gente que se queda en paro y sin cobijo. Los que tenemos de dónde sacar unas perras tampoco nos libramos de la soga, bajan los sueldos y sube la vida. Entre tanto, algunos viven sin dejar de pillar y haciendo ostentación. Es desesperante no encontrar trabajo y ver cómo los políticos despilfarran dinero, incompetencia y delirio. Es para echarse a temblar que mucha gente joven sienta que no tiene futuro. Porque lo que nos transmitían hasta ahora no era sólo apatía y desazón, era también miedo a soñar, desconfianza en los seres humanos. Por eso debemos celebrar que los jóvenes se hayan juntado para protestar. Hay tanto que cambiar en este sistema de crecimiento ciego. Hay que mover el cuenco para que los diferentes se mezclen; hay que hacer de la empatía un símbolo. Seguro, siempre ocurre, que ciertos interesados intentarán capitalizar esta revuelta. Pero los congregados no están permitiendo himnos ni banderas. Sí, éste tiene que ser un movimiento libre, creador, pacífico y con un único nexo de unión: la lucha por la dignidad de todos, sea cual sea su pensamiento. Tenemos que crear otra raíz. Algo nuevo. Ha llegado el momento de ofrecer propuestas. Toca pensar. Alguno de los grandes ya lo está haciendo, miles de jóvenes también. Estamos en el kilómetro cero de la transformación.
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