CC OO
Huelga de crianza
Parece que Cándido, que también vive su Casablanca sitiada, no es Bogart, al que Ingrid Bergman pregunta en la película qué tiene previsto hacer esa noche y contesta que él no acostumbra a hacer planes a tan largo plazo. Esta huelga general, lanar, pachorrona, no se convoca, se está criando; no tiene fecha de urgencia ni libera la bilis y el cabreo, ni aplaca el hambre, ni es metadona para la calle. Se alimenta, se ceba hasta que se pueda poner en pie, como un mamífero que necesita el pasto de más nóminas para que no clareen las avenidas. Si el 29 de septiembre se presenta con buen tiempo, si cumple su promesa el veranillo de San Miguel, los sindicalistas podrán ser como aquella señora de Pla, que decía: «Hace un día maravilloso, pero ¿y si el cielo no existe?». Ni el cielo ni la nómina a fin de mes. Méndez y Toxo habrán tenido tiempo para la meditación, aunque en tres meses, un caballo nace y corretea grácil por el campo, pero resultaría milagroso que decidiera acabar preparándose unas oposiciones a notario. El plazo, al cabo, se justifica en la presentación de un producto mejor acabado, pero va a ser el mismo: una huelga general, con sindicatos a media asta. En la relación de amor/odio que viven los Estados con los mercados, hay un cornudo que es el ciudadano. Habíamos pactado, a regañadientes, un contrato social: se cumplió nuestra parte pero los Estados están con «la otra».
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