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Lucecitas rojas por Soldado Ryan

La Razón
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En rueda de prensa sobre el Watergate, Richard Nixon cometió su gran error ante el electorado: «I'm not a crook» («Yo no soy un ladrón»), dijo. Hasta ese momento, mucha gente no había pensado en serio en la posibilidad, pero fue pronunciar esas palabras y millones de personas concedieron validez a la hipótesis del presidente. Así llevan los del PSOE toda la campaña final del griñanato, parece que guiada no por «ninis», sino por niñatos.

Ya lo dijo Orson Welles en el inicio de La Dama de Shanghai, cuyo monólogo interior arrancaba del siguiente modo: «When I start out to make a fool of myself, then very little can stop me». O sea: «Cuando empiezo a hacer el idiota, no existe casi nada que pueda detenerme». ¿Sabrán Susana Díaz y Mario Jiménez quiénes fueron Orson Welles o Richard Nixon? Me temo lo peor.

Hoy termina la campaña, dicen. Salvo errores técnicos en Canal Sur, claro, pues todavía se les puede escurrir un plano de Javier Arenas y otro de Soraya cuando las noticias hablen de la banda de caníbales de Arkan en el río Manzanares. Al tiempo.
Falta el Día D. Y luego, llegado el caso, el Desembarco en Normandía, que será como entrar con un batallón de retroexcavadoras bulldozers para desenterrar una masa de detritus (y delitos) ya prescritos después de treinta años de Gobierno. No le arriendo las ganancias. A ninguno. El que llegue tendrá que repartir mascarillas de hospital a diestra y a siniestra para entrar en según qué consejerías.

En Empleo, por ejemplo, haría falta un equipo del CSI. El pestazo de la corruptela en descomposición resulta insoportable después de que alguien ordenara eliminar papeles y hasta las huellas de los vasos. La Consejería convertida en crematorio de documentos y reeditadas las palabras sobre Auschwitz de Rudolf Höss: «De aquí sólo se sale a través de la chimenea». Un pogromo de expedientes administrativos. La «solución final».

Mis jefes en Atlanta me prometen unos días de descanso cuando acabe todo esto. Al estilo 007. Pienso ir hacia la Sierra Norte. Objetivo: haré recuento de la cantidad de puticlubs de lucecitas rojas hasta El Pedroso. Debe ser inmensa. Tranquilos, llevo la calculadora y «Los 120 días de Sodoma», del Marqués de Sade. Y no necesito GPS. Bastará seguir el rastro de dinero o la raya blanca que dejaron tras de sí ese Huckleberry Finn y su Tom Sawyer.

Por cierto, no sabemos el final del culebrón protagonizado por el exquisito que presidía la Agencia Efe. Antes de la despedida le metió a su fiel muchachada directiva una comilona a costa del erario. Luego, cuentan que desapareció con el coche oficial por la tangente y, como no estaba de acuerdo con el finiquito, se negó a devolverlo. Si así reacciona un exquisito, cuesta imaginar la que se avecina a partir del lunes con el resto de esta tropa.