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Qué hacer por Manuel Coma

La Razón
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No hicimos nada con la matanza de tutsis y hutus «moderados» en los grandes lagos africanos y Bill Clinton todavía lo considera el peor baldón de su política exterior. Nunca hicimos nada en Darfur y van más de 200.000 muertos. Cinco millones en el Congo. Y tantos otros. En Libia sí hicimos algo y con inmensa suerte, porque lo que puede salir mal en una guerra es casi todo, pero aún no sabemos en qué va a quedar. Y ahora Siria, donde no se trata sólo del repulsivo trago de saber que cada semana son cien más, o menos, según se contabilice. El gran estímulo para actuar es lo mucho que geopolíticamente está en juego. El gran freno, a parte de lo que cuesta una guerra, es la enorme posibilidad de que lo que venga después sea peor. No hay más que mirar a Israel. El régimen de Asad alimenta a sus enemigos del norte y del sur, pero Siria no ataca. Con los muy radicales Hermanos Musulmanes en Damasco, cabe temerlo. Claro que Israel permanece expectante y en apariencia impasible ante todo lo que acontece en su vecindario. Nada le es igual, pero cualquier cosa que haga podría ser contraproducente. Detener la matanza y asegurar un futuro mejor, dentro y fuera de las fronteras sirias, sería el insuperable desafío que debería asumir la reunión de Túnez. Tan insuperable que no llega a tanto como proponérselo. Lo que la secretaria de Estado americana ha dicho marca los límites de la reunión de los 70 países «Amigos de Siria»: «En alguna parte, de alguna manera encontrarán medios para defenderse, así como para iniciar medidas ofensivas». La diplomacia conoce muchas reuniones cuyo fin se agota en el hecho mismo de la juntanza, pero no suelen proclamarlo tan paladinamente. Aunque Estados Unidos no esté dispuesto a meter sus manos en la hoguera, los mercaderes de armas están muy activos y los países limítrofes no ocultan su colaboración. Como en Libia, de Washington se espera al menos suministro de instrumentos no letales, como comunicaciones e incluso entrenamiento para los opositores. Pero el objetivo oficial del cónclave no pasa de coordinar el suministro de ayuda humanitaria. Un poco más de presión sobre el régimen, que cuenta con el veto ruso y chino para bloquear cualquier acuerdo en la ONU. Mientras tanto a esperar que «en alguna parte, de alguna manera…».