Estreno teatral
Uno menos por Ely DEL VALLE
Ben Laden ha muerto; o mejor dicho, se lo han cargado los SEAL, uno de los cuerpos de élite más efectivos del mundo, aunque esta vez hayan tardado diez años en localizar su objetivo.
Ahora resulta que el terrorista más buscado del mundo no estaba reptando por las cavernas afganas, sino que se encontraba tan campante en su mansión de Abbottabad. Qué cosas.
Habrá que ver si tan sorpresivo suceso –de Ben Laden sólo se acordaba Llamazares, que aún no ha superado el shock de lo del montaje fotográfico– se debe a la imperiosa necesidad del presidente Obama de recuperar con un golpe de efecto la credibilidad que ha venido perdiendo a chorros en los últimos meses, a que la implicación de la banda terrorista Al Qaida en las revueltas norteafricanas, y más concretamente en la de Libia, va a ser, como afirma el tirano Gadafi, mayor que la que se nos ha venido contando, o se trata simplemente de un aviso al propio sátrapa libio, por si lo de su hijo no ha terminado de convencerle. Lo que está claro es que los americanos no actúan ni gratis ni por casualidad, y seguro que la muerte, justo ahora, del que se proclamó –aunque negándolo en primera instancia– cerebro del 11-S , obedece a razones que van más allá del mero hecho de retirar de la circulación a un pirado.
Sea como sea, la noticia ocupa las portadas de todo el mundo, gran parte del cual llegó a dudar de que Ben Laden siguiera vivo y de que sus vídeos no fueran un montaje.
Hoy ya cualquier hipótesis ha dejado de tener importancia. Ben Laden ha sido arrojado por la borda, y Gaspar Llamazares ya puede volver a pasear por la calle sin arriesgarse a que cualquiera le pegue con el bolso.
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