«No mires atrás»: Secretos junto al lago

Ese hombre de la fotografía que lo mira con gesto de nada es un inspector de provincias que se topa de pronto con el caso más delicado y terrible de su carrera: una joven aparece, desnuda y muerta, a la orilla del lago situado junto al pueblo donde se desarrolla la trama. No, este cansado comisario no recuerda a los detectives estadounidenses, que suelen disparar el arma antes, incluso, de que terminen los títulos de crédito inciales. O, al menos, desenfundarla. Sandio (que interpreta, impoluto, el veterano Toni Servillo, a quien premió el Festival de Venecia) tiene ojeras profundas, le cuesta encontrar una salida, lleva una existencia solitaria, con una esposa enferma que va a peor, que no recuerda con quién está casada y deja que la ame otro hombre, y una hija que empieza a sospechar tampoco conoce demasiado.

Paulatinamente, el crimen que parecía vertebrar la historia, un simple «macguffin» en manos del novato pero hábil director Andrea Molaioli, va destapando los secretos y mentiras que esconden los personajes de «No mires atrás», el verdadero meollo de la cuestión. Porque nadie conoce a nadie del todo, y la mayoría siempre calla algo. Un asunto importante, a veces. Adaptación de una obra escrita por Karin Fossum, una de esas existosas autoras de novela policíaca que viene del frío (nació en Noruega), lo que en ocasiones transparenta el filme aunque transcurra en tierras italianas, Sandio reconstruye poco a poco el rompecabezas hasta encontrar al culpable. Más de un espectador quizá lo intuía mediado el metraje, lo que no empaña, sin embargo, el resultado final, una película que consigue atrapar la atención, gracias, sobre todo, a las pesquisas lentas de este pobre tipo mientras intenta encontrar al asesino de la joven y, de paso, solucionar su propia vida. Una vida cualquiera.