Francia
Lección de cinismo galo
PARÍS- Reyes de todo tipo de patriotismo: económico, cultural, deportivo… Sorprende que en Francia se resistan a entender la epidérmica reacción de un país cuando desde otro hay quienes tratan de derrumbar a los iconos que hacen el orgullo de una nación.
Más aún cuando las insinuaciones –con visos de acusación– son tan gruesas que ni el tono humorístico ni el formato paródico atenúan lo que de fondo se quiere trasladar a la opinión pública: que el deporte español tiene un problema de dopaje masivo.
Así, los medios digitales y las redes sociales galas se incendiaban ayer comentando la «desmesurada» y «desproporcionada» polémica que, a su entender, ha generado en España la parodia de los «Guiñoles» con la que Canal Plus ataca a Rafael Nadal.
«Han perdido el humor», podía leerse en «Sport.fr», una de las webs deportivas de referencia, mientras se aseguraba que «al otro lado de los Pirineos» las célebres marionetas «no tienen buena prensa». Señalando además en el caso de «Le Figaro» que si el deporte es «la fibra sensible» de los españoles, en medio de una crisis económica y financiera que ha disparado el paro por encima del 20 % ,«España se reconforta ahora en los resultados de sus atletas».
Una España «ofuscada», rezaba otro titular, estimando exagerado el alcance de una sátira contra la que los franceses parecen estar inmunizados. Eso sí, siempre y cuando la crítica venga desde dentro. Al contrario, poco tarda en resurgir un durmiente antiamericanismo cuando aquel país se excede en presumir de hegemonía, o los sentimientos germanófobos cuando, en plena crisis y debilitada económicamente, Francia se ve obligada a ceder a los dictados del gigante alemán.
Por eso hace falta una dosis de cierto cinismo para tratar con condescendencia la airada respuesta española ante un ataque que además se suma a la reiterada campaña orquestada por algunos medios galos contra el ámbito deportivo español.
Así, las insinuaciones de que nuestros deportistas no ganan «por casualidad» –según los «Guiñoles»–, sino por ingerir una fórmula secreta recuerda muy desafortunadamente a la «poción mágica» a la que Yannick Noah aludía, con no poca intención, en «Le Monde» en noviembre. En la línea del vespertino galo, que ha hecho del dopaje y el deporte español su particular cruzada.
Y todo esto en un momento en que las relaciones bilaterales gozan en lo político de muy buena salud. Mejor incluso desde la llegada al poder de Mariano Rajoy, con quien Sarkozy comparte familia política y buena sintonía.
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