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Más hambre que glamour
En un corralito. Así. Sin una gota de agua. En sequía. El canapero no fue invitado a la cena de los Glamour de Belleza y tuvo que conformarse con ver los toros desde la barrera. Hacinado con otros tantos en apenas dos metros cuadrados acordonados con lo que venía a ser una catenaria que separaba a los que tenían derecho a chistorra de aquellos que no iban a ver la croqueta ni de lejos. «Photocall patera» se le llama. Sólo una samaritana se apiadó del populacho y ofreció solícita su copa de vino. Pero no es de recibo beber blanco sin langosta delante. Ayuno involuntario.
Pues eso, mucho glamour pero muy mal repartío. Claro, que el hambre se pasa cuando uno se topa de frente con los labios de Claudia Ortiz, la hija de Bertín Osborne. Un descubrimiento. No los miren que hipnotizan. Palabra. El manejo de Shakespeare le falta a Vanesa Romero, que lanzó perlas a la altura de la mismísima Mazagatos. A saber: «El glamour es la personalidad de la persona» o «cada uno intenta resetear su disco duro para salir del lado oscuro». Al redil (tierra de nadie, como las Maldivas) también tuvo la consideración de acercarse Leonor Watling, que no se arrancó a cantar, pero poco le faltó, pues anda de estreno con su disco de Marlango, el primero en español. Ora música ora cine. Bien podría lanzarse a las Américas: «Si me pagan el billete a Hollywood yo me voy, como quien dice ‘‘vente a Alemania Pepe''». «¿Cuándo reservo?», contesta el canapero. No cuela. Leonor se va (de la mano de Vaquerizo peluquitas). Pero el hambre se queda entre los desterrados que ven pasar como si nada a Olivia de Borbón –perdida en su propio rizado de pelo–, Malena Costa, Ariadne Artiles, Kim Gutiérrez y Alba Carrillo lanzando mensajes directos a su Fonsi: «Ahora la que no quiere casarse soy yo». Entonces el canapero evocó a Catherine Deneuve cuando dijo «Prefiero el glamour a l'amour».
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