Murcia
A cántaros por Oché Cortés
Con las primeras lluvias, llegan también los indicios de un otoño que se resistía a enfriar las calles y a favorecer la venta de abrigos en las tiendas. Es la primera vez en tres meses que me he puesto unos calcetines como Dios manda y camino por una ciudad que ya huele a tierra húmeda, un aroma que me regresa a la infancia, ése lugar sagrado que ya no volverá, a no ser que me mire en los ojos de mi niño. Y en medio de estos pensamientos, siempre hay canciones que retratan la situación. Por eso me llega a la oreja uno de aquellos himnos que cantábamos en la universidad, cuando las fuerzas estaban tan intactas como las ideas. La copla en cuestión se llama «A cántaros». Compuesta por Pablo Guerrero y cantada por todo el mundo, decía que estábamos hechos de nubes, que nadie podía atarnos, que era tiempo de vivir, de soñar y de creer que las lluvias torrenciales del cambio estaban cerca. Así que todos cantábamos la canción con un punto de complicidad, pues lloviendo a cántaros se iba a borrar todo lo mediocre, el encefalograma plano de un país que necesitaba dialogar, tolerar y consensuar para que la máquina echara a andar por el camino de la igualdad. Y ahora, con el panorama que nos circunda y casi nos circuncida, vuelvo a darle la razón a aquellas viejas canciones analógicas, que casi eran una premonición. La Historia es circular, casi pendular, va y regresa de lo malo a lo bueno y al revés. En los 70 pasamos una crisis, en los ochenta otra y a principio de siglo nos comimos el patrimonio construido como si no costara. Y otra vez al principio. Y además, como las ideologías se han igualado por el centro y se han radicalizado por los extremos, ahí andamos, todos socialdemócratas, detrás del estado del bienestar, casi como cuando cantábamos la vieja canción de un tipo con la barba en flor y la guitarra de palo, que decía que nadie podía atarnos, porque estábamos amasados por la libertad. Que haya alivio y sálvese el que pueda.
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