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El brillante hombre gris por José Luis Alvite

La Razón
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En momentos de crisis generalizada lo que buscan los votantes en los candidatos no es la seducción del político atractivo, persuasivo, erotizante, sino los rasgos comunes, incluso grises, del buen gestor. Lo de menos es la fotogenia y la percha. Alberto Núñez Feijóo no es un insecticida electoral cuya sola presencia extermine a los rivales, desde luego, pero inspira confianza y parece un hombre del que puedas fiarte, seguramente porque tiene el aire del tipo minucioso y aburrido que preside la comunidad de propietarios de cualquier finca y sabe cómo arreglar el ascensor con la ayuda de una linterna y unas pinzas de depilar. Sin ser un orador de impacto, se desenvuelve de manera persuasiva gracias a que, más que efectista, su discurso resulta eficaz, concreto, sin concesiones retóricas, con el lenguaje conciso y comercial del visitador médico, al que se parece también por esa pulcritud indiscutible, por el aire profiláctico de alguien que incluso para tocar un condón se pondría guantes. ¿Tiene carisma Feijóo? ¿Lo necesita para algo? Lo que tiene el presidente de la Xunta son las facciones fiables de un hombre que incluso cuando miente dice la verdad, como les ocurre a esos médicos que se equivocan con tanto aplomo en sus diagnósticos, y son tan amables, que hasta apetece tener la enfermedad grave de otro. No he hablado con muchas mujeres sobre el atractivo personal del convincente político gallego, pero podría ser expresiva la opinión de una amiga mía que dice que con esa clase de hombre no importa que el orgasmo, en vez de simultáneo, sea consensuado. Yo no he sido nunca votante de derechas y sin embargo comprendo el gancho electoral de ese tipo. A lo mejor es que Feijóo se parece a la clase de hombre discreto y eficaz del que todos nos acordamos cuando en mitad de la verbena por culpa de la tormenta se jode la luz.