Grupos
Cuestión de talento por José Luis Alvite
Es un hecho cierto que los muchachos de la Selección de fútbol han añadido un nuevo laurel a su frente y que su éxito ha encandilado a millones de ciudadanos desalentados por la ruina del país y ávidos de gloria. Como suele ocurrir en las grandes ocasiones, el éxito deportivo estremece a los comentaristas del gremio, que intensifican su expresividad literaria, y suscita el interés de los sociólogos, que extrapolan los hechos y analizan el carácter demoscópico y global de la ciudadanía. A mí me satisface sobre todo que en el fútbol español haya cuajado la idea de que el éxito depende del talento individual puesto al servicio de un grupo para alcanzar la obvia excelencia colectiva que nos ha encumbrado en los estadios. Por desgracia, no es ésa la actitud de los españoles en otros aspectos de la vida cotidiana. Queremos que cuajen el artista brillante, el pensador sesudo y el científico minucioso, pero enseguida nos damos prisa en desacreditarlo y nos obsesionamos con la idea de destruirlo. ¿Será que somos incapaces del elogio hacia lo que se construye si no va acompañado de la mórbida compasión que nos invade en el instante de su demolición? Es muy española la costumbre de pensar que el éxito suele ser la consecuencia indeseada de algo que cualquier idiota hizo mal, puesto que lo natural entre nosotros es que las personas lúcidas demuestren su inteligencia negando su talento y ayudando a que medren quienes carecen de él. ¿Será por eso que los tipos inteligentes planean con talento el atraco al banco y los mediocres lo hunden presidiendo su consejo de administración? ¿Y qué hay de cierto en que algunos jinetes vencen en el hipódromo gracias a ser menos inteligentes que sus caballos?
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