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Elegancia e higiene por Cristina L Schlichting

La Razón
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Los premios Ussía se han abierto hueco en la apretadísima agenda madrileña hasta hacerse tan imprescindibles como los Telva de moda o los Planeta de Literatura. Por lo general, hay una dramática relación entre el aburrimiento y la importancia de un acto. A más gente dormitando en los asientos, mayor relevancia. Evidentemente, hay que ser cruel para dominar semejante arte. Tal vez por ello hayan sido maestras del tedio escénico las dictaduras. Recuerdo las paradas de las fiestas comunistas en Hungría o en la RDA. Primero llegaban los pioneros, con sus camisas uniformes y sus saltitos ridículos; después, las mujeres –una horda de valkirias paletas con piernas velludas-, finalmente, los soldados, lo más infinitos posibles. El desfile era apenas el pórtico de la larga ristra de discursos, vitoreados rítmicamente. Y, por supuesto, el gran líder, el conducator, se reservaba la guinda dorada, la soflama interminable, a veces de horas de duración. Ceaucescu, Hoxha, Yivkov, Castro, todos han demostrado enormes dosis de sadismo oral. Como la disciplina inglesa no es mi preferida, reconozco que acudo a los actos sociales con prevención. Y de ahí mi sorpresa en la casa de LA RAZÓN el pasado miércoles. Estaba hasta los topes. Un evento presidido por la Infanta Elena despierta la curiosidad, pero si además el presentador es Alfonso Ussía, la expectación tiene su razón de ser. Ignoro qué les dio el anfitrión, Paco Marhuenda, pero los protagonistas desfilaron por la tribuna deprisa y alegremente, sin filípicas inhóspitas. Me topé con Alfonso Díez luciendo por la sala ojos azules esplendorosos y tirando literalmente de Cayetana –no hay cosa que guste más a la Duquesa que un sarao–. También con Irene Villa y Juan Pablo, tan contentos con el embarazo. Ana Botella no podía ocultar que ya se le ha puesto cara de alcaldesa. El evento estuvo tan higiénico y mollar que encarezco a todos los organizadores de fiestorros navideños inevitables que se dirijan a la dirección de este periódico para pedir receta. Los invitados lo agradeceremos. El miércoles aprendí poesía con Ussía, elegancia con Doña Elena, humor con Curro Romero y deportividad con Marta Domínguez. Rapidez, con Paco Marhuenda y discreción, con Mauricio Casals –por cierto, no es para ponerse así porque te acariciase en público-. Parece que todo lo importante ha de ser interminable y todo lo serio, tedioso, y se ha demostrado que no. Después de saludar a Borja Montoro, Javier González Ferrari, Elsa González, José María Marco, Alfonso Nasarre, José Antonio Gundín y decenas de amigos más, bajé al garaje cargada de regalos de Armani y comprobé asombrada ¡que eran las 9:30 de la noche! La cita había durado apenas dos horas, los premios se entregaron brillantemente y la gente se marchaba contenta a casa a cenar. Hasta canapés se ahorran con esta forma inteligente de actuar. Mis felicitaciones.