Desarme de ETA

La trampa de ETA

La Razón
La RazónLa Razón

La presentación, este lunes, de lo que han llamado la nueva Batasuna sólo nos puede dejar fríos. Muy fríos. Indiferentes. Es cierto, que desde el punto de vista judicial, en esta ocasión el entramado político etarra ha estado mucho más fino que en otras ocasiones. Han hecho quizá un trabajo de orfebrería fina, pero no es suficiente. No vale con que la careta, esta vez, sea diferente. Mientras haya careta, no se puede avanzar y aquí sigue existiendo una careta evidente que oculta los objetivos, las intenciones y las estrategias de los que han sido el brazo político de ETA: quieren entrar como sea en las instituciones democráticas el próximo mes de mayo y para ello están dispuestos a acicalarse, pero no están dispuestos a cambiar.
Se diga lo que se diga, se amague lo que se amague siguen donde siempre; sin moverse un ápice en sus verdaderos móviles políticos. Son muchos años de asesinatos, de matanzas, de coches bomba, de asesinatos brutales. Muchos años de barbarie para aceptar ahora trampa y cartón. Los demócratas no podemos permitirlo. Y esperemos que el Gobierno vasco y el Gobierno central no se dejen llevar por la ambigüedad, por la inercia y por la comodidad. Ahora que Batasuna ha elaborado mejor que nunca sus trampas habituales no puede salirse con la suya. Hay trampa y hay cartón; y los dos Ejecutivos –el de Rodríguez Zapatero y el de López– no deberían dejarse llevar por una música que es la de siempre aunque el ritmo pueda parecer diferente.
Dicho lo cual, también tiene que quedar claro que los que queremos que la democracia prevalezca por encima de todo, no somos ni cenizos, ni negativos. Simplemente sabemos que nos jugamos mucho, que los etarras han engañado siempre, que sus franquicias han jugado con la ley y que la experiencia no engaña: la única posibilidad es el final real de ETA. Y para que ese final sea cierto y verdadero tienen que condenar los asesinatos del pasado, tienen que pedir perdón a las víctimas y tienen que aceptar las reglas de la libertad reconociendo que han jugado siempre a dinamitar esas reglas que ahora dicen abrazar. Nadie puede dudar que ante un final nítido de ETA, la democracia será generosa; pero esa generosidad sólo es posible cuando los etarras reconozcan el final del terrorismo y pidan perdón a las víctimas.
¿Están cambiando las cosas? ¿Intenta ETA enviar un mensaje de desaparición? ¿Trasladan la intención de entregar las armas? Puede ser. Da exactamente igual. Son tantos años de falsedades y mentiras que aquí sólo vale el final. Final total y completo. Sin matices. Y es que ese final pase lógicamente por el reconocimiento político, social, ético y moral de las víctimas del terrorismo. Si esa actitud general y pública ante las víctimas no se materializa, estamos ante una nueva farsa de ETA. Y además nuestra democracia se quedará endémicamente enferma. El final de ETA, lo queremos todos. Un final sin careta.