Londres

Cameron y Obama buscan un pacto con los talibán

David Cameron y Barack Obama abrieron ayer la puerta a los talibán que se desvinculen de Al Qaida para participar en el proceso de paz de Afganistán. El «premier» lo hizo de manera contundente recalcando que «ahora era el momento de incrementar los esfuerzos para alcanzar un acuerdo político». «Hemos acordado darle a esto la máxima prioridad en los próximos meses», subrayó.

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El «premier» habló sin pudor durante la rueda de prensa que mantuvo junto a su homólogo. Al fin y al cabo, ya era público su deseo de entablar conversaciones con los talibán que abandonaran las armas. El inquilino de la Casa Blanca, sin embargo, se mostró más pudoroso. Era la primera vez que Obama trataba en público el asunto tras la operación militar que acabó con la vida de Osama Ben Laden.

Ante los periodistas, se limitó a asentir con la cabeza y recalcar que era imprescindible romper sus lazos con organizaciones terroristas antes de sentarse a la mesa de negociaciones. Pero más tarde, durante su histórico discurso ante las dos cámaras del Parlamento británico –era la primera vez que un presidente estadounidense tenía ese honor– pronunció un párrafo más extenso donde desvelaba detalladamente su intenciones. «Ahora nos estamos preparando para dar un giro radical en Afganistán. Durante esta transición, vamos a buscar una paz duradera con los que quieran romper sus vínculos con Al Qaida, quieran respetar la Constitución afgana y deponer las armas.

Nos aseguraremos de que Afganistán no vuelva a ser un refugio seguro para el terror, sino un país fuerte, soberano y capaz de sostenerse sobre sus propios pies», recalcó. No hacía falta, por tanto, leer mucho entre líneas. Con todo, ninguno de los dos líderes especificó dato alguno sobre la retirada de tropas. Durante las elecciones, Cameron se comprometió a ir retirando paulatinamente a sus soldados. Sus planes comenzaban este año y finalizaban en 2015. Muchos aseguran que el calendario pone algo nervioso a Washington, ya que lo ve algo precipitado, pero si se llegó a discutir el tema durante los 90 minutos que los mandatarios estuvieron sin cámaras es aún un enigma.

Afganistán no fue el único asunto que se trató ayer con matices. Los dos mandatarios repartieron juntos hamburguesas en la barbacoa que se celebró en los jardines de Downing Street, se llamaron constantemente por su nombre de pila y utilizaron todo el lenguaje gestual permitido para evidenciar que entre ellos había una química especial. Pero en los temas esenciales que marcaron la agenda del día, cada uno mostró su particular punto de vista.

En Libia, por ejemplo, Cameron enfatizó en «incrementar la presión» para forzar la salida del poder de Gadafi. El «premier» no entró en detalles sobre la posibilidad de enviar helicópteros de combate Apache –una noticia que ronda desde hace días en los rotativos–, pero sí subrayó que haría todo lo que estuviese en sus manos. Estaba claro que al primer ministro le hubiera encantado escuchar que su mayor aliado también barajaba la posibilidad de ampliar sus efectivos, pero el mensaje de Obama tiró por otros lados. El norteamericano descartó el envío de tropas de tierra y afirmó que no había «plazos artificiales» para poner fin a la misión de la OTAN.

Discurso en Westminster
Sobre cuestiones económicas a la hora de reducir el déficit y la situación en Oriente Medio –siendo Palestina el punto de fricción– tampoco se pusieron de acuerdo, pero eso no amargó la antesala de la esperada intervención de Obama en el Parlamento. Fue en Westminster, donde, ante un público entregado, insistió en que la alianza transatlántica seguía siendo «el catalizador para las acciones globales». «Aunque más naciones asuman las responsabilidades del liderazgo global, nuestra alianza seguirá siendo indispensable para la meta de un siglo más pacífico, más próspero y más justo».

La batalla por el distrito de Duab
El Ejército afgano logró recuperar ayer el control del distrito de Duab, en el noreste de Afganistán, que había sido tomado unas horas antes por un grupo talibán, el cual dejó al menos 17 muertos en el campo de batalla. Muchas de las zonas del noreste del país sólo están controladas por la Policía afgana, sin el apoyo de fuerzas militares afganas o extranjeras, lo que facilita la invasión de los insurgentes a los puestos de control. Las autoridades señalaron que los atacantes no eran afganos y que llegaron cruzando por la frontera desde Pakistán.