Carreteras
El verano ecológico por Ramón TAMAMES
Los meses de estío son los más apropiados para que los urbanitas nos reencontremos con la naturaleza. «¿Mar o montaña?»… ésa era la pregunta que en España se hacía siempre sobre el destino de los largos veraneos burgueses de antaño. Ahora, en tiempos de globalización, el turismo nacional y los «bárbaros del Norte» invaden, en busca del sol, las playas; más que las áreas de montaña.
Entre julio y septiembre, en el mar, a pesar del hacinamiento, la «bandera azul» de la UE flamea en casi todo el litoral. En tanto que en las cordilleras y zonas más boscosas, los incendios forestales van siendo controlados; merced a las mejoras en prevención y extinción (y ahí está la Unidad Militar de Emergencia), aunque en ningún momento pueda bajarse la guardia ante el fuego.
También la época estival es buena para conocer mejor los parques de nuestras ciudades, y los lugares más o menos silvestres en el entorno de los miles de pueblos a los que retornan miríadas de ciudadanos recuperando así la tierra de sus ancestros para salir de las rutinas del trabajo y buscar el aire libre; nomadismo autóctono que enlaza con el pujante turismo ecológico, que dispone de los más amplios recursos de naturaleza en parques nacionales, naturales, regionales, sitios de interés ecológico, etcétera.
Y por último está la grande y resoluble miseria: que en épocas de desempleo masivo (especialmente entre la juventud), aún no se haya creado un «Servicio Nacional de Bosques»; para que con ese o cualquier otro nombre, los parados y los jóvenes que buscan su primer trabajo, laboren en la forestación de una gran parte de España que aún está desertificándose. Incluso sería un gran negocio, si esas actuaciones se conceptuaran como sumideros de dióxido de carbono (CO2). Es un mensaje para La Moncloa, aunque sea en el verano profundo.
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