Salva Kiir
Sudán del Sur un nuevo país con viejos problemas
El Estado, cristiano y petrolero, nace lastrado por la violencia, tras medio siglo de disputas con el norte
EL CAIRO- Desde el primer minuto del día 9 de julio, los sudaneses del sur han celebrado su independencia con fuegos artificiales, música y bailes tradicionales. La secesión del norte, después de décadas de disputas y opresión por parte de Jartúm, es interpretada como una liberación. Pero no hay demasiado que celebrar, además de que la creación de la República de Sur Sudán responde a la voluntad del 99% de su pueblo, que así lo eligió en el referéndum de autonomía celebrado en enero, seis años después de que el norte y el sur firmaran la paz.
El nuevo país, el 193 de la ONU, nace siendo uno de los más pobres del mundo, con unos indicadores espeluznantes. La mitad de los alrededor de 10 millones de sudaneses del sur vive en la pobreza y muchos más dependen de la ayuda humanitaria internacional para alimentarse y recibir tratamiento médico o educación. Tres cuartos de la población es analfabeta, porcentaje incluso mayor entre las mujeres, que sufren una de las tasas de mortalidad materna más alta del mundo. Uno de cada diez niños fallece antes de cumplir un año de edad y la mitad de los que sobreviven están malnutridos.
Además del subdesarrollo, la violencia es uno de los principales retos a los que se enfrenta el recién nacido estado –donde actúan varios grupos rebeldes–. Hay muchísimas armas y ya han muerto unas 2.000 personas en lo que va de año en disputas por la tierra, el ganado o conflictos entre tribus y con el Ejército regular. En Sudán del Sur conviven varias etnias diferentes y confesiones religiosas distintas, principalmente animistas tradicionales y una minoría cristiana.
El mayor problema será la convivencia con el Norte tras medio siglo de violencia, en el que han muerto más de dos millones de personas, por las delicadas cuestiones que se han dejado irresolutas. Aún no se han fijado las fronteras entre el Norte y el Sur, donde se encuentra la disputada región de Abyei, escenario de recientes choques armados, que el pasado mes de junio se trasladaron a Kordofán del Sur, bajo control de Jartum. En la zona fronteriza se concentra la mayor parte de las reservas petrolíferas de Sudán, cuyo reparto será muy problemático: el Sur posee el 80% del crudo pero las instalaciones para refinarlo y exportarlo están en el Norte. Ambos basan su economía en el petróleo, que es el principal motivo por el que Jartum se opuso a la independencia, aunque ha tenido que acabar aceptándola por la presión internacional, sobre todo de EE UU. A la ceremonia de ayer asistieron una treintena de jefes de Estado y responsables de organismos internacionales, entre ellos el secretario general de la ONU y la jefa de la diplomacia europea.
El abrazo de dos enemigos
En la ceremonia de independencia de Sudán del Sur, celebrada ayer en la capital, Yuba, el presidente del nuevo país, Salva Kiir, y el enemigo del norte, Omar Hasan al Bashir ( foto 2), se juraron respeto y cooperación frente a decenas de líderes africanos y representantes internacionales, que compartieron escenario con el mandatario sudanés, acusado y buscado por la Justicia internacional por crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio.
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