Bruselas
El PSOE deja La Moncloa por la puerta de atrás
Zapatero no oculta su malestar con Rubalcaba, que intenta sacudirse los años de «número dos» del Ejecutiv
MADRID– Lejos queda ya marzo de 2008, cuando la victoria le volvió a sonreír. Desde entonces hasta ahora, el brillo de su mirada ha ido apagándose a la velocidad con la que los mercados han azotado a España. La suerte ha dado la espalda al Gobierno en esta Legislatura y la soledad ansiada para el adversario (PP) se ha convertido en su único compañero de viaje. Dolido con los suyos y con la ideología pisoteada, el presidente del Ejecutivo comunicará hoy al Rey la disolución oficial de Las Cortes y la celebración de las elecciones generales el 20-N.
Hasta el último día, la improvisación se ha convertido en la impronta y seña de identidad del Ejecutivo. Estos ocho años han estado salpicados de multitud de ejemplos de imprevisión, como, a inicios de 2008, la aprobación de unas ayudas de 400 euros en el IRPF para todos los contribuyentes y de 2.500 euros por nacimiento de hijo. Deducciones que meses después el Ejecutivo se vio obligado a suprimir por la crisis.
El optimismo atropológico de Zapatero explica en gran medida sus dos deshilachadas legislaturas. «Ha sido su mayor enemigo. Siempre ha necesitado papelinas de optimismo y siempre ha habido alguien dispuesto a brindárselas», admiten en su círculo de confianza más cercano. Como botón de muestra, el inicio de su segundo y último mandato. Entonces, la crisis ya era una realidad evidente para todos. Sin embargo, un ministro de cámara, economista de prestigio, logró convencerle de que era una leve y pasajera desaceleración económica. «La papelina de optimismo» surtió efecto y las medidas necesarias para sortear la crisis se demoraron sine die.
Hasta que en 2010 la dureza de la situación, previo aviso de Bruselas, golpeó en plena línea de flotación de su Ejecutivo. Hace 16 meses, el Gobierno anunció el mayor recorte social de la historia democrática española. Forzado por la UE, rebajó el sueldo de los funcionarios una media del 5 por ciento en 2010 y congeló sus nóminas y las de los pensionistas en 2011. Meses después, llevó al Congreso de los Diputados un abaratamiento del coste del despido. Estos ajustes alejaron al Gabinete de Zapatero de los sindicatos y especialmente de Cándido Méndez, una de las pocas personas que acudía a La Moncloa a disfrutar de los derbis Madrid-Barça.
El Ejecutivo, obsesionado con «salvarse» de una contestación en la calle, soportó el 29-S su única huelga general. Desde entonces hasta hoy, su soledad ha ido acrecentándose. A Zapatero le han dado la espalda los suyos para no contaminarse de su mala «baraka». Incluso el candidato Rubalcaba ha soltado lastre, como si nunca hubiera estado en su gabinete y como si nunca hubiera compartido e incluso impulsado los recortes aprobados. Algo que, el presidente no oculta, le ha dolido. En este tiempo, Zapatero se ha comido sapos y culebras, unas veces por el bien del país, otras, por el bien del partido y del nuevo «líder socialista». Sin ir más lejos, hace unos días dio su plácet, por imposición del candidato al 20-N, a la resurrección del Impuesto de Patrimonio, un tributo que él mismo eliminó en 2008 por ineficaz. Ahora, los socialistas preparan las maletas para abandonar el Gobierno por la puerta de atrás. Ni siquiera han logrado acabar con ETA, su máxima obsesión. Eso sí, al presidente le enorgullece haber contribuido a que esté herida de muerte.
Rubalcaba insiste con los ricos
El candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, el que fuera durante más de cinco años miembro del Ejecutivo, volvió ayer a insistir en su apuesta por un impuesto para ricos para luchar contra el desempleo, que a estas alturas ronda el 21 por ciento, al tiempo que reiteró su apoyo al Impuesto de Patrimonio, un gravamen que rechazó cuando formaba parte del equipo de Zapatero. Eso sí, ayer no dudó en criticar a Rajoy por oponerse a ese tributo.
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