Desarme de ETA
OPINIÓN: La Reina y la Guardia Civil
Con el tiempo, uno aprende a distinguir los impulsos momentáneos del sentimiento trascendente, lo puramente perecedero de lo inolvidable, y si hay algo grabado en mi corazón a sangre y fuego es la defensa de guardias civiles y policías en el País Vasco en los peores años de la lucha antiterrorista.
Por eso, cada vez que voy a un acto a la casa-cuartel en Sant Andreu de la Barca y escucho «La muerte no es el final», canción que se canta en homenaje a los caídos, cierro los ojos y desfilan por mis recuerdos aquellos que ya no están con nosotros, especialmente los que cayeron víctimas de la barbarie terrorista.
Esto me sucedió el miércoles pasado durante la entrega de la bandera de la Zona, en la que la Reina actuó como madrina y el general Iglesias como receptor y custodio.
Supongo que no es políticamente correcto emocionarse ante una formación de Guardias Civiles, la presencia de la Reina toda de negro y con mantilla española, y las magníficas palabras del general llenas de sensatez y –como la propia Guardia Civil– mezcla de orgullo de cuerpo y humildad en el servicio. Pero hay cosas que quedan y otros que se difuminan. Igual que pasan las modas, queda el sacrificio de aquellos que son uno de los últimos eslabones de la lealtad y el compromiso. Gracias amigos por haberme dejado estar con vosotros.
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