Barcelona
Ir de «sobrao»
En política hay que combinar prudencia con dosis de agresividad depredadora. Sólo con prudencia no se llega a ningún sitio, porque frustra las esperanzas de los propios que aspiran a noquear al adversario y decepciona a los indecisos que no se fían de quien no toma decisiones. Rajoy presume de prudente, pero su forma de hacer provoca rechazo en una buena parte de la sociedad. Las encuestas son demoledoras. Con la que está cayendo sigue por detrás de Zapatero en valoración. Sin embargo, la prudencia marianista no sucumbe al desaliento. En los líos internos, espera que amaine el follón. En política cotidiana, críticas demoledoras al adversario –que mete la pata más de lo deseable– y escasas alternativas. Sin embargo, la semana pasada Rajoy se envalentonó. Se reunió en Moncloa con Zapatero y salió airoso. Convertido en hombre de Estado apoyó el plan de rescate griego y aceptó iniciar el proceso para definir un nuevo modelo de cajas.Al día siguiente viajó a Barcelona. Normalizó las relaciones institucionales con la Generalitat aunque siguió impertérrito en su negativa a retirar el recurso que pesa sobre el Estatut. No quiso hacerlo a pesar que Montilla se comprometió a garantizar, de forma solemne, un desarrollo estatutario dentro del marco constitucional. Si lo hago, me tengo que marchar, apostilló Rajoy. A pesar de todo, le fue bien. Borracho de éxito fue a Onda Cero a rematar. Allí dilapidó el capital conseguido en las últimas 48 horas. «Apoyo a Camps diga lo que diga la Justicia». Si Camps es imputado, Rajoy tendrá que tomar decisiones. Dos imputados ya están en su casa. No podrá camuflar su inanición bajo la prudencia. Es que no se puede ir de «sobrao».
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