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Galaxy Gómez por Alfredo Menéndez
En Madrid ya estamos acostumbrados a que las cosas tengan un nombre y que le pongamos otro. El Teatro «Häagen-Dazs» es el Calderón de toda la vida. El «Compac» es el Cine Gran Vía de siempre y «Mercedes-Benz Fashion Week», para qué engañarnos: es la Pasarela Cibeles. Así que si durante un mes Sol es la Estación Sol «Galaxy Note» pues no le vamos a dar ese disgusto a los publicitarios. Sin embargo, en este capítulo de dobles nombres Tomás Gómez va un poco más allá: a lo qué el dice cada vez que habla hay que ponerle subtítulos que quieren decir exactamente lo contrario: la noche y el día.
Cuando Gómez habla de integración después del congreso, en realidad, y en subtítulos, quiere decir desintegración del crítico, como ha hecho esta semana con Cepeda o Cabaco. A lo que Gómez llama hacer equipos, en realidad hay que llamarlo laminación y ajuste de cuentas. Y a lo que él llama «ahora a trabajar todos juntos» en realidad hay que decirle «el que no esté conmigo ya sabe lo que le espera».
La gran esperanza blanca llegada de Parla nos ha salido un rencoroso de cuidado. Y es libre para nombrar a quien quiera. Lo que pasa es que eso chirría con ese mal perder un tanto infantil que tuvo en el congreso de Sevilla. Propongo que Callao a partir de ahora pase a llamarse «Defenestrao». Es lo que le espera a cualquiera que le lleve la contraria a «Galaxy» Gómez.
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