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Mineros Fútbol Club

Grandes equipos de la liga chilena están vinculados a la minería / Franklin Lobos, ex futbolista profesional, es uno de los 33 trabajadores atrapados por el derrumbe

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La situación que vive actualmente en la mina San José el ex futbolista de la selección chilena y del equipo minero, Cobresal, Franklin Lobos, ha puesto de relieve cómo el fútbol está entroncado con la minería en la historia de Chile. Existen varios clubes vinculados a las minas que juegan en primera y segunda división, como O'Higgins, Lota Schwager, Antofagasta, Cobreloa y Cobresal. Todos se sostienen gracias a los beneficios de la explotación y sus aficionados son en buena parte mineros.

Los orígenes de estos equipos datan de los 70 y 80 y, según sostienen varios periodistas e historiadores, estarían muy vinculados a la dictadura. «El propio Augusto Pinochet, asesorado por los servicios secretos, habría propiciado su creación», aclara a LA RAZÓN David Doll, director del «Diario Atacama». «En el norte de Chile, zona obrera, se empezó a originar un movimiento sindical que preocupaba al régimen. Una manera de tener distraído al pueblo y evitar rebeliones fue el fútbol, el opio del pueblo», agrega.

La minera estatal Codelco, una de las más grandes del país, es el gran mecenas de los clubes. Entrega fondos a los equipos más fuertes, como Cobreloa y Cobresal, pero también acudió al rescate de O'Higgins, cuando los «celestes» bajaron a segunda. Tras una fuerte inversión, volvió a la división de honor. A cambio, O'Higgins otorgó automáticamente la condición de socio a los trabajadores. Así, los «celestes» llegaron a 36.000, un club compuesto por socios mineros.

Tampoco hay duda de la influencia de Codelco en Cobreloa, uno de los grandes clubes, sólo un dato: el presidente debe ser aceptado por el gerente de la minera.

La existencia de estos clubes depende totalmente del tiempo de explotación de las minas que los apadrinan. Cobresal estuvo a punto de desaparecer cuando Codelco anunció el cierre del campamento minero en El Salvador, donde se encuentra el yacimiento y el campo de fútbol. Pero la alegría llegó este año cuando la ex presidenta de la República, Michelle Bachelet, anunció que los estudios realizados permitirán alargar la vida útil de El Salvador hasta, al menos, 2021.

Pero el vínculo entre los equipos y las mineras va más allá. Cuando un jugador cuelga las botas, las empresas le ofrecen trabajo en sus minas. Éste es el caso de Franklin Lobos López. Lobos tuvo un corto paso por la selección chilena, la olímpica e incluso pudo darse el gusto de jugar con ídolos como Iván Zamorano. Hoy, este ex futbolista cuyo nombre había quedado en el recuerdo de muchos en el Norte Grande es uno de los 33 trabajadores que quedaron atrapados bajo tierra dentro de la mina San José, en Copiapó.

Desde hace tres meses, Lobos –de 55 años– comenzó a trabajar para la minera San Esteban, que administra el yacimiento que sufrió el derrumbe. El fatídico día del accidente, cumplía con su trabajo de ir en un vehículo a buscar a los mineros y llevarlos al exterior para el almuerzo. Pero el derrumbe los dejó a todos enterrados a más de 300 metros de profundidad.
Según sus familiares, Lobos no tenía miedo de trabajar allí porque su tarea era el transporte, lo que le evitaba pasar tantas horas en los túneles. «Hay muchos (ex) futbolistas en la mina. Pasa en todo el norte. Como su vida laboral llega hasta los 36 años, las compañías, dueñas de los equipos, les ofrecen trabajo», explica a LA RAZÓN William Lobos, uno de sus sobrinos que deambula por el Campamento Esperanza.

Apodado «El mortero mágico», Lobos jugó en La Serena, Santiago Wanderers, Regional Atacama, Cobresal (con el que ganó la liga en 1983) y Deportes Iquique (con el que logró el ascenso a la serie de honor en 1993). Con la selección, jugó la clasificatoria de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, pero, tras conseguir la plaza, no fue convocado para el torneo.

El aliento de Iván Zamorano
Algunos familiares del ex jugador lo aguardan a las puertas del yacimiento. Han instalado un pequeño toldo junto a su coche, y su hermano y sus sobrinos, varios de ellos mineros, esperan el reencuentro. Unos escriben mensajes de aliento en los parabrisas de sus autos; otros encienden velas frente a pequeñas imágenes de Cristo, de San Expedito, el santo de los imposibles, y de San Lorenzo, el patrón de los mineros.

Lobos, como todos los trabajadores, trabajaba en turnos de siete días durante 12 horas al día, y descansaba otros siete. En su descanso conducía su taxi en Copiapó. Todos rezan por él.
En la superficie, su hija Carolina agrega que había intercambiado mensajes con Zamorano. «A Iván lo conocemos desde hace tiempo, él iba a nuestra casa cuando yo era niña, y ahora nos pusimos de acuerdo para reunirnos con mi papá cuando sea rescatado», explica. «Iván me mandó mucho ánimo», agregó la mujer.

El rescate tardará aún tres o cuatro meses. Para entretenerlos, desde la superficie evalúan enviarles por la sonda una pelota deshinchada. Seguro que a 700 metros, con el balón de nuevo en sus pies, Lobos vuelve a brillar como en la cancha.

«Cuando se llega a la minería desde el fútbol hay una admiración terrible hacia uno, te cuidan, es como un equipo de fútbol, como esos vestuarios unidos», reflexiona Roberto Corró, atacante argentino que echó raíces en el norte chileno y que hoy se gana la vida en la minera Punta del Cobre. «Es una alternativa de trabajo. No hay que olvidar que el jugador entra al mundo laboral a los 33 años y no tiene currículum. Imagino que entrar a las mineras genera un "shock", pero el futbolista se adapta a todo», describe Carlos Soto, titular del sindicato de futbolistas profesionales de Chile.