Venezuela
El otro 23-F
Durante la campaña del 82 que le llevó al poder, el terremoto que Felipe González llevaba en la cabeza era «Banca Catalana» y Jordi Pujol. Se le cruzó RUMASA. Ruiz-Mateos llevaba meses pidiendo ayuda a Felipe ante el inevitable descuanjeramiento del panal de la abeja. El caballo ganador le trató con deferencia: «Tú eres de los nuestros. Has salido de abajo. No eres un capitalista al uso. Te vamos a ayudar. Habla con Boyer».
El teatralismo de Ruiz-Mateos chocó con la adusta soberbia de Boyer, que le exigía auditar su holding. Antonio Navalón (el conseguidor) le engañó garantizando gestiones a cambio de millones en cajas de zapatos. Rafael Térmes, presidiendo la Interbancaria, le dio cuerda para que se ahorcase, y el 23 de Febrero de 1983, el Gobierno socialista le expropió hasta los calcetines.
Rumasa estaba en práctica suspensión de pagos, tenía dos contabilidades y sus prácticas mercantiles eran delictuosas, pero lo que alarmaba en Moncloa eran sus 18 bancos. Ni Felipe ni la gran Banca querían ver explotar ese globo. Es leyenda que García Pelayo, ante el empate, aprobando la expropiación con su voto de calidad, se fuera a lavar su mala conciencia a Venezuela. Dos fallos posteriores ratificaron su sentencia.
Lo correcto habría sido la intervención, devolviendo al jerezano empresas limpias y nacionalizando o privatizando las contaminadas. La expropiación fue cortarse las uñas con un hacha. Pero Ruiz-Mateos es de bicicleta financiera: si dejas de pedalear, te caes. Y se ha vuelto a dar el costalazo.
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