Cataluña
Levantiscos y farrucos por Alfonso Merlos
No es que sea de traca. Es de mascletá. Porque no pueden ser de mayor potencia sonora los petardos que están haciendo estallar, a modo de amenaza y de forma en extremo insolente y machacona algunos de nuestros más locuaces virreyes autonómicos. Una cosa es que el señor Mas vuelva con la monserga siempre inacabada de que Cataluña lo da casi todo para no recibir casi nada. Pero otra muy distinta es hablar de recortes ejemplares cuando al tiempo que se pliegan camas y se cierran quirófanos no se tocan un manojo de canales de radio o un puñado de televisiones que han generado un boquete en las arcas públicas de más de mil millones. ¿Dónde está lo modélico de esas políticas que obligan al ciudadano a sufragar sonoros altavoces de propaganda chovinista, y que le obligan en paralelo a rezar para no sufrir un infarto por la tarde por si le pilla «cerrada por ajustes» la unidad de intervención cardiovascular? Pero esa gesticulación y ese pavoneo arropan y complementan otra serie de ocurrencias como esa ridícula prima de riesgo que debe hablar euskera; van en el ADN de un separatismo que no entiende que los niveles de progreso en el País Vasco se explican gracias a España, y no a pesar de España. Nuestros periféricos dirigentes deben abandonar ese discurso más propio del bribón que se acoda en la barra para soltar lo primero que se le pasa por la cabeza. Está claro que no supieron dejar la botella. Pero es mucho peor que ahora sean incapaces de mantenerse erguidos para recuperarse cuanto antes de su borrachera.
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