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«Los mejores científicos ya se están marchando»

El biólogo ha descubierto un cangrejo con un ojo con más de 30.000 lentes 

«Los mejores científicos ya se están marchando»
«Los mejores científicos ya se están marchando»larazon

En 2007, Paul Buck, un pastor australiano acordó con un grupo internacional de paleontólogos la excavación de varias zonas infértiles de su propiedad. Desconocía el tesoro que escondía. Entre sus secretos, el biólogo del CSIC Diego García-Bellido descubrió ejemplares del cazador acuático con la mejor visión de todo el registro fósil. El extraño cangrejo o «Anomalocaris» – su nombre científico– fue el mayor depredador del Cámbrico hace más de 500 millones de años. Una especie comparable al león en la sabana o al tiburón blanco en el mar. Un hallazgo que no dejó indiferente a «Nature». Hace unas semanas les concedió su portada.

-¿Es fácil publicar en la prestigiosa revista británica?
-Reciben cientos de «papers» a la semana. Superada una primera criba, trasladan la investigación a cuatro revisores. Son ellos los que deciden. Pero no queda ahí, también te dan indicaciones para que quede claro y puedas desarrollar algunos aspectos un poco más. Además, normalmente estas revistas son muy exquisitas con el espacio. Todo está milimetrado. Lo que más les interesó de nuestro descubrimiento es que este «bicho» no era un depredador cualquiera. Tenía la mayor agudeza visual conocida entre los artrópodos.

-Si fue un depredador tan voraz, ¿por qué se extinguió?

-Si una especie existe en el registro fósil es que ha sido lo suficientemente exitosa como para sobrevivir algunas generaciones. Que hayan sido los amos y dueños del mar durante 50 millones de años de evolución marina es muy significativo. Luego llegaron los peces, con esqueletos mineralizados, y los terminaron desplazando. Los «Anomalocaris» tienen un atractivo similar al que puede tener el tigre dientes de sable o el «Tyrannosaurus rex». Los depredadores tienen ese interés porque han sido nuestra competencia. Han sido capaces de comernos durante años. Los fósiles son pequeños fotogramas de la evolución.

-Este descubrimiento, ¿qué utilidad puede aportar?

-Mucha de la ciencia que aportamos los paleontólogos es básica. Es un conocimiento que, a corto plazo, no te ofrece soluciones, pero la suma de todo ese conocimiento puede dar un salto cuántico. Sí sabemos que con un ojo de este tamaño, con más de 30.000 lentes, debía tener un cerebro muy desarrollado para integrar toda la información de cada lente, aunque tampoco tenemos registro de ello. En un futuro, la neurología podría valerse de estos descubrimientos. Hacia lo que nos apunta, desde un punto de vista evolutivo, es que la complejidad no se adquiere con el tiempo sino con una presión selectiva fuerte. Darwin pensaba que todo iba poco a poco, pero no es del todo así; esta presión puede traducirse en una rápida evolución.

-A mayor número de lentes, una visión más avanzada.
-Sus ojos están verdaderamente desarrollados, pero me parece más compleja la visión de un artrópodo coetáneo que, aun teniendo la mitad de lentes, combinaba grandes y pequeñas, lo que le permitirá ver en ambientes de baja luminosidad. Los depredadores necesitan una buena vista para ver a su presa antes de que les descubra. Por ejemplo, nosotros tenemos una sola pero lo que oculta es mucho más importante: tenemos una retina con millones de células. En cambio, el «Anomalocaris» tenía sólo ocho células bajo cada lente.

-¿Qué interés despierta hoy la paleontología?

-Está en auge, por eso hemos topado con un problema: los expoliadores. Al igual que los hay de tumbas de faraones, también existen los buscadores de fósiles. Existe un mercado inmenso. En Tucson (Arizona), cada año se realiza el «fossil show» donde se exhiben dinosaurios completos y fósiles de millones de dólares. Y los compradores no son friquis. Suelen ser directivos de grandes compañías que ganan mucho dinero. Hay una demanda impresionante. Es como coleccionar arte. Están dispuestos a gastarse un millón de euros en una gran pieza. Los museos tienen prohibida su compra por las posibles reclamaciones del país de origen. Lo más caro que se compró legalmente fue el «Tyrannosaurus rex» «Sue», que se vendió al Field Museum de Chicago por más de siete millones de dólares.

-¿Esto pone en peligro las investigaciones?

-No. Es más probable que terminen por falta de financiación pública que por los «cazafósiles». Yo soy uno de tantos científicos con contrato Ramón y Cajal que, si no recibimos apoyo, puede que el año que viene me vea forzado a abandonar el país. Y es una lástima porque he realizado más de 60 meses de estancias en el extranjero financiado por España. Hace tres años, el CSIC daba 150 plazas de científico titular, pero ahora a duras penas alcanza la treintena. Se ha creado un tapón que no parece que se vaya a asimilar pronto. Estas becas se crearon para evitar la fuga de cerebros y los mejores ya se están marchando.

PURA GENÉTICA


En 1984, Antonio García-Bellido recibió el Premio Príncipe de Asturias por sus investigaciones sobre genética. Veintisiete años después su hijo Diego obtenía otro tipo de galardón: ser portada de «Nature». No es comparable, pero comparten el mismo punto de partida: su amor por la ciencia. «Mi padre es más de bata y yo, de botas», afirma García-Bellido Capdevila (Madrid, 1970). Sus hermanos también disfrutan con la misma pasión, pero cada uno ha escogido una rama diferente de la ciencia. Sin embargo, a pesar de los años, todos recuerdan aquellas veladas a las que acudían premios Nobel y «en alguna ocasión llevé a Severo Ochoa a su casa», rememora García-Bellido.