Balón de Oro

El u-ru-gua-yo no cobra

La Razón
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Como tantos trabajadores de este país y unos cuatro millones de parados que reciben la prestación –no incluyo al millón largo que está a verlas venir–, tengo la mala costumbre de cobrar a fin de mes. Forlán, también. Obviemos que los futbolistas son mano de obra de otro planeta y centrémonos en lo normal: cobrar según lo pactado. A Forlán, me cuentan, no le pagan puntualmente y cuando le preguntan si se iría del Atlético no dice que no. Está enfadado. Es serio hasta para eso. Podría reprochársele que lo suyo es meter goles, cuantos más mejor para que el Atleti tutee al Madrid y al Barça, y los falla. Futre, gloria rojibanca que tuvo que cobrar en apartamentos, ha definido lo que le sucede y que nada tiene que ver con el vil metal: «Forlán está agotado». Persigue el Balón de Oro que, en teoría, le disputan Sneij-der, Xavi y Messi, y es tal su obsesión por él que antes del Mundial ya se entrenaba con el jodido Jabulani en un frontón cercano a su domicilio madrileño, cada tarde, a las cinco. En Suráfrica marcó goles, no se quejó de la herramienta y obtuvo un premio entre merecido y discutible. De las vacaciones regresó con un kilo menos, la Supercopa era el siguiente reto; luego se lesionó el Kun, su seguro surtidor; las nóminas se retrasaron y como su mejor momento de forma coincide con el final del invierno, se le ha juntado el hambre con las ganas de comer. Forlán lleva unos encuentros desaparecido y Quique no ha dudado en sustituirle. Con entrenamiento y partidos, mejorará; lo difícil será abstraerle de que el club le debe dinero, restañar la herida de la seriedad y convencerle, además, de que si de la plantilla sólo Simão estuvo presente en la entrega de la Bota de Oro del curso pasado sólo fue porque alguien se olvidó de repartir las invitaciones...