Historia
Un disparo en la maleza
El cazador nota un movimiento en la maleza, se echa la escopeta a la cara y dispara hacia donde supone que puede cobrar la pieza. Con un poco de suerte, el cazador habrá abatido una liebre; si falla el disparo, siempre le quedará el recurso de mentir a su favor en la tertulia con los amigos. Excepcionalmente, al abrir fuego contra el movimiento de la maleza el cazador escucha gritos de dolor y comprende que acaba de alcanzar con sus postas a una pareja de amantes. Ocurre algo parecido en Facebook, donde uno nunca sabe a ciencia cierta quién se mueve agazapado entre la maleza. Yo me he topado por lo general con gente buena y sincera, hombres y mujeres que se conducen en el anonimato de lo virtual con una franqueza a la que por descontado no se atreven en su vida real. Anteanoche discutí acaloradamente con una amiga de Facebook de la que siempre había supuesto una personalidad razonable, ecuánime, y, desde luego, respetuosa. Al sentirme defraudado le hice unos cuantos reproches que la enervaron. Al contarle lo ocurrido, mi amiga Ana Gabriela Rubio Córdoba, que es una mujer muy inteligente y reflexiva, me preguntó ayer si se puede reñir sin conocerse. Y yo le contesté que sí, que se puede, y que lo cierto es que se puede discutir estando incluso enamorado, que es la manera más hermosa que dos personas tienen de no conocerse. Le expliqué también los antecedentes que desembocaron en la bronca con la amiga de Facebook cuyos reproches agresivos y fuera de lugar pretendían condicionar mi trabajo profesional, inclinándolo en beneficio de su notoriedad y en detrimento de mis otras amistades femeninas. Ana Gabriela me sugiere que sea más cuidadoso en la elección de mis relaciones virtuales y que no corra riesgos innecesarios. Puede que tenga razón mi amiga albaceteña, inteligente y reflexiva, pero me cuesta creer que una aséptica pantalla de ordenador pueda resultarme más peligrosa que cualquiera de los numerosos antros en los que incluso parecía lepra la luz masturbada de las tulipas. Naturalmente, seré precavido con esa amiga autoritaria e irascible que ha renunciado a mi amistad virtual en una pirotécnica e inútil exhibición de arrogancia. Siempre me creí capaz de apagar la sed abrevando en el vientre legrado de un cerdo muerto, pero como le dije a mi querida y admirada Ana Gabriela Rubio, «la próxima vez que esa imbécil quiera algo virtual conmigo, me aseguraré de no chatear con ella sin ponerme antes un condón».
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