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Mónica Randall: «Yo he utilizado esta profesión no al revés»

Tiene muy vivos recuerdos de «Cría cuervos», la película que le dio el que quizá fue su mejor papel en el cine y que el próximo viernes regala este periódico. «Tuve la suerte de descubrir a Carlos Saura, un director grande, inteligente y sereno; escuchaba a todo el mundo, pero dirigía con autoridad».

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La niña que parecía tener poder sobre los vivos y los muertos era Ana Torrent, «y como era una niña, no interpretaba, se tenía que creer las cosas; yo hacía de su tía, que se había hecho cargo de ella y de sus hermanas al morir su madre; en una escena, tenía que acostarla y ella no quería, y me gritaba "¡te odio, te odio!". Aún recuerdo su mirada: me odiaba de verdad. Años después hizo "El nido"con Armiñán, y le dijo: "De pequeña odiaba a Mónica Randall''».

-Cría cuervos y te sacarán los ojos...
-Por ahí iba la película. Anita era tremenda, tremenda.

-El filme fue interpretado por algunos como una crítica al final del franquismo.
-Algo había de eso, pero también hay que decir que en las películas de Saura siempre se han visto más cosas de las que en realidad él quería decir.

-Recuerdo la canción de Jeannette, «¿Por qué te vas?» Fue un gran éxito.
-Llegué a odiarla porque sonaba a todas horas en el rodaje, en cada toma. Todavía hoy le tengo manía.La película recibió muchos premios y tuvo más éxito fuera que aquí. A Mónica le sirvió para que un francés la reconociera y saludara en los Campos Eliseos y para que le quisiera representar el mánager de Gérard Depardieu. «Me pidió que le enviara material y nunca lo hice; quizá me desanimó que me dijera que siempre haría de española por el acento; o puede que yo no tuviera mucha fe en mí misma». En el 75 –año de «Cría cuervos»– Mónica interpretó también «Retrato de familia», de Giménez Rico. «Por aquel entonces vivía con José Sámano y éramos muy felices; luego viví muy intensamente la Transición, muy metida en la creación de un sindicato de actores. Nos reuníamos en el club que yo tenía con Luis Morris, el Alwais, y en Bocaccio. Eran tiempos de mucha ilusión. Me gusta haber vivido esa época: fue el gran cambio. En la Transición había políticos de más nivel que ahora; la clase política ha ido a menos; parece que no saben que lo que importa es España, y lo que hacen es insultarse».

-También fueron tiempos de bohemia.
-Sí, de una bohemia deliciosa; no he vuelto a vivir noches con una gente de tanto talento. ¿Se acuerda? Emilio Laguna podía estar contando chistes hasta las seis de la mañana. La noche de Madrid era una delicia; todos nos queríamos, al margen de las respectivas ideologías.

-Hizo de todo en aquellos años: westerns, comedias, presentó diversos programas de TV.
-Sí, y cuando leo lo que ganan los presentadores de ahora se me abren las carnes. Podría ser rica, y me gustaría mucho serlo: tendría una casa en Madrid y viviría 6 meses en Barcelona y otros seis allí... A Mónica casi siempre le tocaba hacer de mujer cosmopolita, «y es que yo siempre he sido una chica muy fina», me dice riendo. Sigue siendo ave nocturna, «es que soy hipotensa; me quiero levantar temprano, pero no puedo; aunque no salga, me acuesto a las tres y pico de la madrugada: leo, veo la tele...» Nunca bebió mucho, estiraba el whisky con agua toda la noche. Ya no le gusta, «ahora bebo Vichy con una rodaja de limón». Naturalmente, es del Barça, «se puede cambiar de pareja, pero de equipo, nunca». Después de 34 años sin pisar los escenarios, volvió en 2009 con «Una comedia muy española», de Yasmina Reza, dirigida por Silvia Munt. «Lo hice porque no era mucho trabajo. Sólo haré eso: cosas que me hagan ilusión y que no me ocupen mucho tiempo; no es hora de grandes esfuerzos».

-Creo que nunca le ha gustado trabajar mucho.
-Es cierto. Siempre he sido un poco vaga. Yo he usado la profesión; la profesión no me ha usado a mí. No me he matado a trabajar, y ahora menos. No lo necesito: eso es la libertad absoluta.

-Su pasión es viajar.
-Sí, mi gran pasión. Conozco ochenta países; recientemente he estado en Israel, Líbano, Camboya, Birmania...Mi curiosidad es infinita. No soy turista, soy viajera.

-¿Y cómo se ve ante el espejo?
-Me miro poco. No me gusto demasiado. No me quejo, ¿eh? No estoy repugnante. He heredado la buena piel de mi madre, y aún, si me arreglo un poco...