Francia
El mazazo del IVA
La subida del IVA, que elevará dos puntos el tipo general hasta el 18% y un punto el tipo reducido hasta el 8%, entrará en vigor el próximo jueves. Desde esa fecha, la consecuencia inmediata será la subida de los precios de prácticamente todos los artículos, productos y servicios. Las asociaciones de consumidores han calculado que el incremento del impuesto costará 300 euros por familia, aunque puede que se queden cortos en sus estimaciones, porque la experiencia ha demostrado que el impacto de las decisiones fiscales sobre las tarifas finales son siempre bastante superiores a las oficiales. El Gobierno ha ofrecido como principal argumento para adoptar esta medida la necesidad de incrementar la recaudación para atajar el galopante déficit público. Es una lectura que han compartido gobiernos como los de Grecia, Reino Unido o Portugal, mientras otros como los de Alemania o Francia han sido más cautelosos. Se ha optado por el camino más sencillo, sin pararse a evaluar con seriedad las consecuencias y las alternativas. No nos sorprende que se haya instalado en el ciudadano la sensación de que la Administración pretende cargar sus errores y dispendios sobre los bolsillos de la gente. El dato, adelantado por LA RAZÓN, de que el Gobierno ha duplicado hasta mayo el gasto en personal habla de la doble moral de un gabinete que exige sacrificios mientras gestiona sin rigor y sin disciplina presupuestaria. En ese contexto, nos parece comprensible que casi siete de cada diez españoles rechace, la subida del IVA y que más de la mitad reclame a la Administración que controle mejor el gasto antes que aumentar la presión fiscal, según la encuesta de NC Report. Hay razones para cuestionar la eficacia de la subida del IVA en escenarios de crisis. El manejo de esta clase de actuaciones debe ser prudente, porque no es una ecuación directa el hecho de que el incremento del impuesto se traduzca en una mayor recaudación. En España existen ejemplos de lo contrario. Lo que sí está demostrado es que una mayor presión fiscal fragiliza la actividad. Se corre el riesgo de que una decisión mal calculada, lejos de estimular la recuperación, retrase la salida de la crisis. Las autoridades comunitarias ya alertaron de que un efecto secundario, cuando no el principal, de la subida de impuestos será que repercutirá negativamente sobre el consumo, lo que probablemente nos devolverá a tasas de PIB negativas. Las políticas fiscales que funcionan son las que amplían la base de los contribuyentes y no las que castigan a los pocos atrevidos que gastan. El objetivo principal no puede ser el de aumentar la recaudación sin más, sino el de recuperar la actividad para que después los ingresos suban. Se trata de estimular un crecimiento sostenible y no de alimentar un espejismo que acabe dinamizando la economía sumergida y el fraude. Mariano Rajoy insistió esta semana en que, lejos de castigar a las familias y a las empresas con la subida del IVA, lo que toca es una bajada selectiva de impuestos para incentivar la actividad. Hay que facilitar que el enfermo respire y no que se asfixie.
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