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Exploración del dolor a través de una escritura reflexiva

«NO COMPARTO LAS RAZONES DE LA LUZ»Pedro Alberto Cruzhuerga & fierro79 páginas, 12 euros. 

Exploración del dolor a través de una escritura reflexiva
Exploración del dolor a través de una escritura reflexivalarazon

MURCIA- «No comparto las razones de la luz» es el primer poemario de Pedro Alberto Cruz Sánchez. No es, sin embargo, su primera incursión en la escritura poética. En sus libros anteriores –ensayos dedicados a cuestiones centrales del arte y la cultura visual contemporánea, como el cuerpo, la ceguera, el dolor o el olvido–, Cruz ya otorgaba un gran protagonismo al potencial de la escritura y la textura del lenguaje. A través de una prosa medida, justa y elegante, estos textos mostraban un interés especial no sólo por el contenido sino también por la forma de lo dicho. Una potencia de la escritura que, sin lugar a dudas, estaba destinada a acabar en la poesía.
Esta entrada en el ámbito de lo poético se realiza aquí a través de la abolición de la distancia personal –corporal y emotiva– que el autor mantenía en sus textos ensayísticos. Un especie de desvelo de ese sujeto que no se mostraba y que ahora entra directamente en el lenguaje, casi como si de una caída se tratase. Una caída al texto –que se vuelve carne–, caída al cuerpo –toma de conciencia del peso del cuerpo, que ya no puede ser evitado–, y sobre todo caída al dolor –que en última instancia es la cuestión en torno a la que gira el total de los poemas–. Dolor incomunicable e inaprehensible, causado, en esencia, por una especie de asincronía entre el sujeto y el mundo, por un desacompasamiento que hace que todo siempre suceda demasiado pronto o demasiado tarde, que no haya posibilidad de asir aquello que hace sufrir y que, por tanto, el vacío, la nada que se escapa, sea la única agarradera posible, como si uno tratase de abrazar el abismo para no caer en su interior.
El libro explora el dolor, la tristeza y el desencanto a través de una escritura que es poética –si por ello se entiende la habitación del lenguaje y la creación de mundos a través de él–, pero que es sobre todo reflexiva. Y que se inserta en una tradición de poesía filosófica –que crea conocimiento acerca del mundo que lo rodea a través de la experiencia y de la observación de lo mínimo– en la que se encontrarían nombres como Celan, Beckett, Pessoa o, más recientemente, Chantal Maillard. Una genealogía de pensamiento poético que acaba dando forma al mundo a través de la experiencia.