Suecia
Exponen por primera vez la ropa de Greta Garbo por Jesús Mariñas
En un alarde de mitomanía, una visita a Florencia es recomendable porque siempre tiene algo nuevo que descubrir. La capital de la Toscana está en su momento, el Chianti en plena vendimia en los alrededores capitalinos donde también rinden culto, y expo, al cuarto centenario de Caravaggio. Rebosa turismo japonés que abarrota la ruta de los «outlets» desde los 40 kilómetros del Space donde Prada liquida sus marcas con la original Miu Miu, Church o Car Shoe, Luna Rosso o Jill Sander. Rizzoli ha desmontado su tienda-souvenir con lo que esa firma supuso para la ópera. Una lástima. La nostalgia sobrevive en muestas como esta de Greta Garbo, la primera mundial que expone el guardarropa personal prestado por sus sobrinos. Doscientas piezas excepcionales evocadoras de un mito y un tiempo sin duda mejor vestido.
Que nadie espere alardes de marcas, firmas o iconos. La Garbo siempre se mantuvo en un plano indumentario casi monástico. Si acaso, algún Pucci años 60 contrastando playeras turquesas con pantalones fucsia, algún Givenchy pre-Audrey y tres camisolas masculinas del recién nacido St. Laurent con la sorpresa de ir estampadas floralmente. Un exceso. Luego, casi todo un catálogo de Valentino ponía base al estilo Garbo. La muestra incluye además una retrospectiva y trajes vestidos en películas, como la capa negra con que muere en «Mata Hari» o el terciopelo verde de Cristina de Suecia. Modestia y cierta masculinidad, no olvidemos que su íntima amiga Mercedes de Acosta le recomendó hacerse los pantalones con Watson, un sastre para hombres que vestía a Gable y Leslie Howard.
Lo tenía claro, igual que la afición a tonos suaves, discretos, nada luminosos, excepción hecha de ciertos rosas vivos y la predilección por el verde Nilo o los turquesas de los que la muestra ofrece hasta veinte ejemplos de camiseros o trajes-pijama, otra de las obsesiones revestidoras de «La Divina» inextinguible. Ferragamo la calzó de principio a fin, siempre con zapatos planos o con cuña rampante de tres centímetros de máximo. Zapatos plataforma en su mayoría con cordones de aire masculino, alguna sandalia de rejilla y ningún tacón que supondría una feminidad evidente. Greta era la ambigüedad, erotismo y glamour, y prefería las martas rubias al visón apenas demandado en los cuarenta del pasado siglo. Se llevaban los casquetes que Greta usaba en lana. Qué manera de revestir un tiempo pasado con que con Greta sí fue mejor.
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