Barcelona

Pavlovsky llama «mi hada» a González-Sinde por Jesús Mariñas

Pavlovsky llama «mi hada» a González-Sinde por Jesús Mariñas
Pavlovsky llama «mi hada» a González-Sinde por Jesús Mariñaslarazon

Ligera de ropa, bronceada levemente por el sol gaditano y sin sus alardes indumentarios que tanto partido nos dan, Ángeles González-Sinde no quiso perderse el fenómeno teatral del verano madrileño. El hispano-argentino Pavlovsky logró lo nunca visto: colocar el «no hay billetes» para sus treinta días en el Teatro Español, donde, a la vista de críticas y llenazos, Mario Gas ya lo comprometió para la temporada próxima. «Arrolla como hacía años no se registraba algo parecido», recalcó la ministra de Cultura, a quien Ángel, muy en su personaje, llamó «mi hada». Lo hizo de refilón, sutilmente, un par de veces: durante la representación de casi dos horas y con unas palabras agradecidas cuando remató entre bravos y ovaciones. Aún con las inevitables y comerciales gracietas, en nada semeja al Pavlovsky que en los 70 deslumbró a Barcelona.

González-Sinde y el antaño transformista travestido, al que nada recuerda el actorazo actual, se despidieron con un «¿nos vemos el 3 de noviembre en Jerez?». «Supongo que tú irás», sonrió la política, encargada de entregarle con los Reyes la Medalla a las Bellas Artes, que en esta edición no levantan tanta polvareda como la tan inmerecida a Fran Rivera. «Allí estaré. ¿Te parece bien este modelito o será excesivo para un mediodía?», demando Pavlovsky. González-Sinde acusó sorpresa y le dió un repaso a su túnica gris, tan ampulosa especialmente en las mangas, al cuello montado como el de Blancanieves pero recubierto de pedrería y al tocado tu-ramdot que «improvisé aquí mismo porque no sabía cómo rematar».

Según dice, todo es material de desecho: el traje es de su tiempo parisiense y el renacentista cuellazo, tan rutilante, de «Esto no es Broadway», espectáculo que en los 80 presentó en el Arnau del Paralelo. Todo estaba conservado en baúles, como el conjunto de tules y terciopelos de su sobrina Martina Burlett –¡cumpleaños feliz!, aunque no los aparenta, pese a su niña de ya 7 años–, extraordinaria colaboradora manejando instrumentos en desuso. «Y eso que esta noche falló el revox y faltó la luz rasante que sale de una escalera», suspiró ante un Mario Gas que mañana homenajea a Miguel Hernández en Albacete. Es un recital como el que Paco Valladares ha volcado en un CD que pretende ser una antología poética semejante a la que Nati Mistral inmortalizó en Argentina en un doble disco sobre poesía española y americana, con mucho Storni, Guillén, Neruda, César Vallejo y Sor Juana.