Yemen
Túnez como ejemplo
En Túnez, la nueva Asamblea Constituyente se conformará con listas paritarias, con el apoyo de los islamistas.
No es la primera vez que lo escribo desde esta tribuna: no soy partidaria de las cuotas femeninas, sino de la igualdad de trato y oportunidades entre hombres y mujeres garantizadas por ley. Porque las mujeres no somos floreros, sino elementos esenciales en el proceso de creación intelectual y de generación y distribución de la riqueza de un país. Pero dicho esto, he de decir que celebro extraordinariamente el paso que los reformistas tunecinos han dado para que la nueva Asamblea Constituyente se conforme con listas paritarias. Una paridad decidida con el asentimiento de todas las fuerzas políticas, incluidos los islamistas tunecinos. Definitivamente, este es el camino de las reformas.
La incertidumbre de lo que está pasando en los países árabes –excepto en Túnez– es grande, y no es para menos. Poco se sabe de los autores intelectuales –si es que los hay– que están inspirando el derrocamiento de las dictaduras. Sabemos que el pueblo, ciudadanos de a pie, trabajadores, parados, jóvenes y mujeres han salido a la calle para demandar libertad. Ellas, hartas de opresión, poligamias, mutilaciones y acoso sexual. Las mujeres se han manifestado en Egipto –hasta una cuarta parte de quienes protestaban–, en Bahréin –enfundadas en su tradicional túnica negra–, en Yemen, en Libia... Es más, en el Día Internacional de la Mujer hubo concentraciones de mujeres en la mayoría de estos países, no tanto para pedir la igualdad de derechos –que también– como para demandar el fin del acoso sexual. Porque así estamos.
Dice mi admirada escritora de origen somalí Ayaan Hirsi Ali –quien por cierto acaba de publicar su último libro «Nómada», altamente recomendable– que «el Islam necesita de una Ilustración para hacer posible que las creencias religiosas queden en el ámbito privado». Para ella, las sociedades islámicas «están saturados de fe y de superstición, y faltas de dignidad para las personas».
No puedo estar más de acuerdo y, ahora, es la oportunidad que se abre en el mundo islámico tras las revoluciones que se están produciendo en los últimos meses, para que las mujeres comiencen a vivir con dignidad y en igualdad. La mayoría de las mujeres en estos países no trabajan y casi la mitad de ellas son analfabetas. Casi ninguna es líder política. Y, sobre todo en el medio rural, viven mutiladas por costumbres ancestrales. Ahora se abre la oportunidad del cambio. Pero habrá que estar atentos. Frente al ejemplo de Túnez, en el otro país que ha tumbado un régimen, en Egipto, se apuntan incertidumbres, porque el comité de ocho expertos jurídicos para reformar la Constitución no incluye a ninguna mujer y ha abierto serios interrogantes tras sus primeras decisiones. Hirsi Ali inicia su libro «Nómada» con una cita atribuida al Profeta: «Miré en el paraíso y vi que la mayoría de sus habitantes eran gente pobre. Y miré en el infierno y vi que la mayoría de sus habitantes eran mujeres». Se necesitarán años para cambiar esta mentalidad. Duro caminar por esta tierra, para ni siquiera ganarse el cielo.
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