Sevilla

Querer ser alcalde

La Razón
La RazónLa Razón

Cada pueblo es un mundo y cada ciudad es diferente, pero en el PSOE que por las mañanas canta serenatas a la autonomía local al caer el sol se cuadra ante la disciplina federal. Los candidatos a las municipales no se publicarán hasta julio y por supuesto no serán aquéllos que decidan desde abajo las asambleas locales o las agrupaciones de distrito (de las primarias ni hablamos) sino aquéllos que se pacten en función de apetencias y carreras personales y, sobre todo, de los equilibrios internos de poder. No es de extrañar pues que ya nadie se acuerde que Juan Espadas fue consejero de Vivienda, que en Málaga María Gámez se haya convertido en una tapada al descubierto o que onubenses, gaditanos y granadinos desconozcan todavía quiénes serán las figuras referentes del progresismo a medio plazo en sus respectivas capitales. El caso de Sevilla supera el absurdo porque estos días quien anda negociando las futuras líneas del metro es el alcalde saliente. Aunque esta ley del silencio no es exclusiva de Andalucía, véase en Madrid el torpe enfrentamiento entre Blanco y Gómez, este último pretendiendo que lo confirmen de candidato mientras Pepiño, como en la canción de Lolita, lo llama «Tomás na má». Desde luego, el arroz con bacalao se lo va a comer Esperanza Aguirre. ¿Por qué tanto ocultismo, por qué tanto esperar como si no hubiera nadie con deseos o con capacidad de querer ponerse al frente de un proyecto socialista en su plaza? ¿Acaso después de los fiascos que supusieron Torres Vela, Parralo o Bustinduy no era para que la elección de los nuevos alcaldables hubiese sido más sugestiva ante el electorado? No hay quien lo entienda, pero Ferraz se ha empeñado en enviar ucases hasta la última casa del pueblo con la amenaza a quien se vaya de la lengua de colocarle el sombrero de castigo que desde hace semanas luce José Caballos. Ergo el poder local es una filfa y sólo el poder lo explica todo.