Literatura

Francia

De Ory el gran funámbulo de la palabra

Es difícil escribir sobre una personalidad de lo más importante que sólo conoce una minoría restringida, pero muy consciente de su gran significación. No sabemos por dónde empezar. Para mejor orientar a los profanos, digamos que De Ory encabezó, junto a Eduardo Chicharro hijo, el movimiento de vanguardia llamado Postismo, una sorprendente premonición bien explícita y razonada de la posmodernidad o la posvanguardia

Carlos Edmundo de Ory siempre iba tocado con su sombrero
Carlos Edmundo de Ory siempre iba tocado con su sombrerolarazon

Un relámpago de genialidad en pleno régimen de Franco. Publicaron una revista que conmovió a la grey literaria: era una revolución a la que muchos se sumaban, una inesperada puerta abierta a la libertad sin trabas estéticas ni políticas. El director g eneral de Prensa –entonces Julio Aparicio–, advertido sin duda por El Pardo, convocó a los postistas para amonestarles amigablemente y, amigablemente, obligarles a retirar la revista «Postismo». Pero, Aparicio, como muchos intelectuales adictos al régimen, estaba convencido de que algo fundamental se expresaba en aquellos manifiestos y, sobre todo, estaba admirado y sorprendido –como tantos otros de diferentes ideologías– del genio poético de Carlos Edmundo de Ory, un monstruo de precocidad y como una réplica española de Rimbaud, un raro y sofisticado fenómeno que en la retenida España de Franco, parecía un cisne entre patos.

La amiga de Moravia

Una infinidad de jóvenes se sintieron de lo más propensos a imitarle, hasta el punto de que su influencia resuena todavía en la voz de muchos poetas actuales. Ellos lo reconocen y no tienen por qué citarlo. Pero la corriente subterránea de De Ory la comprueban todos los especialistas en poesía y posmodernidad. Yo estaba a su lado cuando un extraño Doctor Piterbarg, judío argentino, de ascendencia holandesa, nos dijo: –«Milena Milani, la amiga de Moravia, ya me había puesto al corriente de su situación de aislamiento. No deben permanecer aquí, en donde no van a poder desarrollarse con libertad. Yo les asigno una beca para que se larguen a París».

El gran funámbulo de las palabras, el más moderno y rupturista poeta español, permaneció en Francia y corrió varios avatares de integración a la sociedad francesa, pero siempre escribió en español, acumulando una obra extraordinaria, tanto por su profundidad como por su variedad: cuentos, novelas, ensayos, pensamientos –que él llamaba «aerolitos»–, pero, sobre todo, una poesía rica en sorpresas de forma y fondo, un despliegue monumental de imágenes inéditas que podían chocar, entusiasmar, estremecer y hacer reír de gozo ante lo inesperado y acertado de su impacto inmediato. Un tesoro de la poesía española que supongo reconocerá el mejor diplomático y embajador de la lengua que pudiéramos soñar, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, un especialista en la materia con más autoridad que yo. ¡Cuántas veces habremos invocado a De Ory y el Postismo para orientarnos en este magma de las letras! Ha muerto otro posible premio Nobel. Pero sus circunstancias lo escondieron, era su destino ser un poeta exquisito y secreto, de los que se descubren constantemente por sensibilidades afines. Es para felicitarse de que ellos descubran a un poeta moderno, tan castizo, pero tan impactante, y admiren su soneto «Satán al teléfono», tan airoso, tan gracioso e ingenioso como «Un soneto me manda hacer Violante», de Lope de Vega.

Otra libertad

El gran juego barroco que anima a los más grandes poetas del Siglo de Oro, Góngora, Quevedo… De Ory lo ha practicado con soltura, revestido de contemporaneidad, de posvanguardia o lo que se le quiera llamar. Pero ya da buena cuenta de él, cualquier «Historia de la literatura y poesía españolas». Es de lamentar que aquella España le hiciera buscar otros aires, que le aportaban conocimientos y sentimientos, otro género de libertad menos discutida, menos lugareña, menos aborigen… Los dos nos fuimos por los mismos motivos, pero yo he logrado volver. Ahora España está más preparada para apreciar la belleza, la complejidad, el atrevimiento y la hondura de uno de sus más notables poetas. Que también ha tenido la fortuna de ostentar un nombre tan cabalístico, tan emblemático, tan atrayente, tan… «recitable», como Carlos Edmundo de Ory.