Pekín
Guangxi: en el corazón de China
A unos mil kilómetros de la futurista ciudad de Shanghái se abre paso una región de paisajes kársticos y arrozales en la que aún se hace la colada en el río. El gigante asiático tiene otra cara
La Expo de Shanghái y el reciente premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2010 al equipo de arqueólogos que trabajan en el yacimiento de los Guerreros de Terracota, en Xian, han vuelto a colocar a China en el centro de la actualidad mundial y punto de destino de muchos turistas occidentales. Para aquellos que recorran esta potencia emergente antes de que termine la Expo el 31 de octubre, hay una cita pendiente. Tierra de grandes dinastías, de múltiples revoluciones y guerras, de enorme brecha entre ricos y pobres, en un régimen comunista con un gobierno central que lo controla todo, Guilin merece una parada por sus paisajes kársticos, dignos del imaginario planeta Pandora de «Avatar», y los arrozales de sus alrededores, que muestran la otra cara de China, la realidad en la que vive el 80 por ciento de los 1.400 millones de personas.
El paisaje kárstico ocupa unos 100.000 kilómetros cuadrados, a ambas orillas del río Lijiang –el tercero más largo de China–. Un recorrido en barca de bambú –el material por excelencia con el que se hacen hasta los andamios de la construcción– desde Guilin hasta el pequeño pueblo de Yanshuo –10.000 habitantes–, en esta región de Guangxi, al suroeste de China y a 1.400 kilómetros de Shanghái, es una de las rutas turísticas más atractivas.
Tierra de campesinos
En torno a este idílico paisaje, a apenas 50 kilómetros de Guilin, se encuentra la China auténtica: los campesinos que viven con sus 600 metros cuadrados de terrero por cada miembro de una familia del que recogen dos cosechas de arroz (tres, en el mejor de los casos) que producen 500 kilos cada una de ellas. Con eso, sus búfalos de agua para arar la tierra y sus cultivos de huerta: mango, litchi, cacahuete, pomelo, fresas, almendras… Para autoabastecerse consiguen sobrevivir en sus aldeas, en algunas, todavía sin luz ni agua corriente, aunque sin pagar impuestos, porque el Gobierno los exime de contribuir al erario público.
El pueblo de Taxu, de 2.000 habitantes, donde viven los zhuang en sus tradicionales casas de madera, con sus embarcaderos en el puerto desde donde antiguamente partían los barcos para hacer la ruta de la seda, es un fiel reflejo de esa China rural que todavía hace la colada en el río. Sus cacerolas quemadas por el fuego de los hornillos, las distintas especies de hierbas curativas que pueblan la farmacia, los pantalones abiertos por delante y por detrás de los niños, sus viejos carromatos o sus tradicionales básculas de bambú para trasladar los productos del campo son una muestra de esa China radicalmente opuesta a la opulenta Shanghái o la misma Guilin, una especie de Marbella para los chinos que se encuentra a tan solo 70 kilómetros de este pequeño pueblo.
Guilin es una ciudad de 600.000 habitantes, el bosque de los árboles de laurel, como la llaman los chinos, por la cantidad de especies de este árbol que tiene y con los que hacen té, vino y hasta perfume. Se ha convertido en la ciudad de turismo local por excelencia que admira asombrado sus 100 lagos y los 60 puentes, copias de los más emblemáticos del mundo en el lago de El parque de las siete estrellas, al que acuden los jubilados a primera hora a practicar tai-chi.
La industria del cultivo de perla –China es el primer país productor del mundo–; el desarrollo de la reflexología por parte de la minoría étnica Tong, que ha hecho de esta ciudad el lugar de referencia para un masaje de pie por unos 120 yuanes, y la pesca con cormorán se han convertido en fuentes de ingresos y atracción turística que observa a la luz de las linternas de queroseno cómo con los más adiestrados cormoranes, con nombre propio, consiguen pesar cada noche cuatro o cinco kilos de carpas y anguilas, sin tragarse a sus presas.
Flor de loto
Su imaginación y habilidades para aprovechar al máximo la naturaleza son otras de las características de esta región china. Como ejemplo, de la flor de loto –una de las más típicas de esta república popular junto con la peonía, la orquídea, los nenúfares y el crisantemo– utilizan la semilla para la sopa, y las raíces y la hoja para enrollar las galletas.
Son felices, amables, aunque su costumbre de escupir en la calle les resta encanto y los jóvenes sueñan con acceder a las grandes ciudades, que son el exponente del desarrollo explosivo de la economía china en su objetivo de convertirse en una gran superpotencia. El cambio político hacia la moderación democrática sigue siendo su asignatura pendiente.
>> Cómo llegar: Air China opera directo desde Madrid a Pekín. Otras compañías como Iberia o KLM lo hacen con escalas.
>> Dónde dormir: El hotel Sheraton Guilin Hotel de 5* es el mejor de la ciudad.
>> Qué comer: La comida china es muy sana y rica. La bebida por excelencia, su cerveza Quin Dao, es muy rica. Para la digestión, Jasmine sphere té, uno de los 1.688 clases de té.
>> Documentación: Visado.
>> Moneda: Yuan (1 € son unos 8 yuanes y se puede cambiar en los hoteles o en los bancos por el mismo precio).
>> Moneda: Yu
✕
Accede a tu cuenta para comentar