Galicia

El consuelo de su memoria

La Razón
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García Yebra fue un académico entregado al trabajo: constante, exhaustivo, preciso. Era el más puntural en entregar sus trabajos de las comisiones especializadas y era el primero en presentar una lista detalladísima con sus propuestas y sugerencias, porque era un hombre meticuloso. Algo de ello estaba en su tarea de editor. Fue cofundador de Gredos bajo la presidencia de Dámaso Alonso, una época heroica de la filología española. Él mismo recordaba que había acompañado a don Dámaso en sus viajes de investigación dialectal en las montañas entre Galicia y León. Ignacio Bosque decía que García Yebra era un hombre conocedor de la gramática antigua, pero también de la actual, algo que trasladaba a las sesiones. En los plenos con papeletas, en las que los académicos presentan las nuevas palabras o aceptaciones, cuando llegaba su turno, él siempre llevaba consigo un buen montón. Tenía un planteamiento más bien purista por mantenerse fiel a una línea etimológica, aunque al mismo tiempo era muy abierto a la renovación de la lengua. También recuerdo cuando nos pidieron que revisásemos el último Código Penal y cómo trabajó con esmero sobre los textos legales. García Yebra era de esa vieja tradición de catedráticos de Instituto, como Zamora Vicente, Rafael Lapesa y Emilio Lorenzo, y él mismo dirigió muchos años el Instituto Español de Tánger. Como traductor, recuerdo sobre todo la «Poética» y la «Metafísica» de Aristóteles, en edición trilingüe, o la «Medea» de Séneca. Éramos amigos y, auque siempre nos tuteamos, yo le seguía llamando don Valentín. Ahora me vienen a la memoria los versos de Manrique: «...aunque la vida perdió / dejónos harto consuelo / su memoria...».