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La Razón
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Una, que no es nada original, se quedó igual de enganchada que el resto del mundo al culebrón de los mineros chilenos. La imaginación es más poderosa que la información y cabían mil y una historias que repasar de todos esos seres humanos atrapados a 700 metros de profundidad. Que si uno era de acá y el otro de allá; que si este estaba a punto de ser papá, que si el otro tenía mujer y amante esperándole a la salida de la mina… Todo lo que poco antes de ser descubiertos en sus oscuras galerías carecía de importancia para cualquiera que no les conociera, de pronto cobraba un enorme y vital interés para buena parte de la humanidad, que iba siguiendo, segundo a segundo, el desarrollo de sus días y sus noches iguales, esperando que el dinero y la tecnología acabaran devolviéndolos a la superficie. Finalmente el milagro se produjo y estos chicos, sufridores de siempre, tendrán ahora su película, su palmadita en la espalda, puede que algo de dinero más e incluso la posibilidad de encontrar otros trabajos menos arriesgados… Pero eso no arreglará que medio planeta ande agujereado y con cientos de personas caminando por sus tripas, para arrancarle lo que otras tantas, poderosas, adineradas e inconscientes, demandan para sus placenteras existencias. Y tampoco solucionará, que mientras aplaudimos el rescate de estos héroes de la casualidad, haya otros seres humanos que también pudieran serlo, pero a los que nadie descubrirá jamás, porque la tierra, y los intereses de quienes les lanzaron bajo ella sin compasión ni seguridad, les devoraron.