El cine es pasado por Pedro Alberto Cruz Sánchez

El hecho de que «The Artist» haya sido considerada por la Academia de Hollywood y por un amplio sector de la crítica como el mejor filme de 2011 es algo que debiera preocuparnos seriamente. En realidad, lo que se ha valorado es que, en plena revolución digital, alguien se haya atrevido a rodar una película muda y en blanco y negro. Se trata de eso y nada más. Una simple gracia a modo de atrevimiento bravucón: porque, en verdad, cuando desciendes a la historia, a lo sustancial, no hay absolutamente nada –o por lo menos, nada que se salga del apagón creativo que vive una industria con claros síntomas de obsolescencia. «The Artist» ha radicalizado la deriva «retro» o vintage del cine contemporáneo: la ha llevado hasta el territorio de la «reliquia», del extrañamiento por el pasado más alejado. Dentro de poco, los Lumière volverán a ser la vanguardia, y el mejor «fantastique» se hará al estilo del mago Melies.

Mientras que esto sucede en el ámbito de la gran pantalla, las series de televisión están operando una auténtica revolución en las estructuras narrativas como no sucedía desde los tiempos de la «nouvelle vague» francesa. «Los Soprano», «Lost» o «The Wire» han conducido el relato de ficción audiovisual a unas cuotas de experimentación y madurez que ni en el campo del arte ni en el del cine es posible hallar un brote comparable al talento que aquí se derrocha.

En rigor, lo que viene a demostrar este fenómeno de las nuevas series de ficción televisivas es que el espectador no es tonto y no se conforma con cualquier cosa. Cuando la lógica de toda busqueda de información en internet es quebrada, jalonada de extravíos y sometida a un sinfín de «situaciones accidentadas», es perfectamente comprensible que el público ya no asienta con la ramplonería de los relatos facturados en la actualidad por la industria cinematográfica; la cual, como ha demostrado bien a las claras una producción como «The Artist», ha optado por el «modelo reliquia» como única tabla de salvación.