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Quien quiera peces

La Razón
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Cómo cambian los tiempos, cuando los gobernantes se van de pesca y vuelven «bolos». Qué lejos quedan esas fotos con el general Franco ejerciendo de «killer» de los ríos asturianos, diezmándolos de salmones de campeonato. Cuenta la leyenda que le cerraban los pozos y hasta algún hábil guarda se los anzuelaba directamente. En ésas, el último gran castigador de «campanus» ha sido Álvarez Cascos, que los ponía firmes delante de su quisquilla hasta que empezó su decadencia política con su divorcio y esa estampa repetida en una peña de ribera con una caña y Gemma Ruiz vestida de pescadora de diseño con cara larga de tedio, aguardando a una picada que no llegaba.
Es más habitual en el extranjero que aquí la imagen del político en vacaciones centrado en las artes piscatorias, que ofrecen la paz de la naturaleza, temple y espacio de reflexión para el hombre dedicado a responsabilidades tan gordas como dirigir un Estado, cuando no el mundo. Aunque resulten tan paradójicas las sutilezas de la pesca deportiva en alguien con poder para apretar un botón y armar la marimorena, como cuando veíamos al señor Bush con el sombrero cargado de señuelos para engañar a los huidizos basses.
Pero volvamos al río revuelto nacional, olvidemos a Fraga y sus lances en las corrientes gallegas, o a Felipe González tratando de ser como el viejo y el mar de Hemingway buscando chernas desde un esquife, y centrémonos en las vacaciones del señor Zapatero, como un Hulot con caña persiguiendo a la trucha esquiva y a estas alturas resabiada. Dicen que es un buen pescador (¿de hombres?), pero que los buenos de verdad escasean tanto como los peces en agosto. En el coto leonés de Cerezales en estas fechas saben latín, y hasta la entomología de las moscas con que pretenden engañarlas. A pesar de que ZPiscátor prefiera seguir la moderna filosofía oriental de Murakami en vez de la del buen Izaak Walton y su «Perfecto pescador de caña» que tanto impresionó a Unamuno, calzándose unos vadeadores super guays para pisotear el río, equipo de lujo y unas ristras de 5 ahogadas, que no sé si están permitidas, confeccionadas con la mejor pluma de riñonada de gallos de Curueño, al final no ha podido embaucar a esa trucha sagaz e impávida ante los trucos y tentaciones que haya podido sacarse de la chistera. Dicen que el presidente no se moja, y resulta que ni aun sumergiéndose hasta el culo consigue triunfar con la se-ducción del artificio. Todo pescador está acostumbrado al fracaso. Lo que no sabemos es si un gobernante se lo puede permitir, adoptando la parábola de los peces y los votos.