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«Comparezco para demostrar mi inocencia y mi honor»

La Razón
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PALMA DE MALLORCA- Con semblante tenso y la preocupación reflejada en las facciones de su rostro, mucho más marcadas, Iñaki Urdangarín defendió su inocencia a las puertas de los juzgados. Finalmente, y a pesar de que estaba previsto que el coche le dejara en la misma entrada a la sede judicial, recorrió a pie los escasos 30 metros que separan la calle del acceso al tribunal.

No esperó mucho para dirigirse a los medios. Quizá un tanto aturdido por el enjambre de cámaras que se agolpaban en torno a la puerta, se paró nada más llegar a la altura de los primeros periodistas que le esperaban en el patio al aire libre habilitado como aparcamiento.

«¿Cómo está? ¿Cómo está?», se escuchó preguntarle. Pero el duque de Palma tenía muy claro lo que quería decir. Y lo dijo de corrido, sin distraerse con las preguntas que, de vez en cuando, salpicaban su medido alegato. «¿Cómo se encuentra?».

«Comparezco hoy para demostrar mi inocencia y mi honor en mi actividad profesional», comenzó diciendo. Cada palabra era un alivio. Miraba sin mirar. Hablaba como quien recita un temario en un examen de fin de carrera, temiéndose una laguna traicionera que le deje en blanco. Concentrado, sujetando los nervios, asimilando la insólita situación. Ni un gesto, siempre el mismo rictus de preocupación.

«Aclarar la verdad»
«Durante estos años he ejercido mi profesión y he tomado decisiones de manera correcta y con total transparencia. Mi intención en el día de hoy es aclarar la verdad de los hechos y estoy convencido de que la declaración de hoy contribuirá a demostrarlo», aseguró.

«¿Lo ha hecho todo con arreglo a la ley?», le preguntaron. Pero no había más que decir. Urdangarín ya había terminado las que probablemente sean sus declaraciones más complicadas ante los medios de comunicación. Cargado de respuestas, con la misma tensión pero con el íntimo alivio de quien ha saltado la primera valla, se dirigió a las puertas de los juzgados. «¿Lo ha hecho todo con arreglo a la ley?», se volvió a escuchar.

El duque de Palma, mientras se alejaba, ajeno ya a cualquier pregunta que no fuese las que el juez José Castro le iba a hacer en unos minutos, únicamente acertó a poner la rúbrica: «Muchísimas gracias. Gracias por su atención».

En unos segundos, Urdangarín estaba ya dentro de los juzgados. Tenía apenas diez minutos por delante para empezar a afrontar sus horas más difíciles.